Encíclica de Francisco, 24-X-2024
Resumen 2/4
III.
ESTE ES EL CORAZÓN QUE TANTO AMÓ
48. La devoción al Corazón de Cristo no es el culto a un
órgano separado de la persona de Jesús. Lo que contemplamos y adoramos es a
Jesucristo entero, el Hijo de Dios hecho hombre, representado (…) como imagen o
signo privilegiado (…) de su amor a la vez divino y humano.
Adoración a Cristo
50. (…) es cierto que el Corazón viviente de Cristo —nunca una imagen— es objeto de adoración, porque es parte de su Cuerpo santísimo y resucitado, inseparable del Hijo de Dios que lo ha asumido para siempre.
51. (…) Ese Cristo con el corazón traspasado y ardiente, es el mismo que nació en Belén por amor, es el que caminaba por Galilea sanando, acariciando, derramando misericordia, es el que nos amó hasta el fin abriendo sus brazos en la cruz. En definitiva, es el mismo que ha resucitado y vive glorioso en medio de nosotros.
La veneración de su imagen
52. Cabe indicar que la imagen de Cristo con su corazón, aunque de ninguna manera es objeto de adoración, no es una entre tantas otras que podríamos elegir.
Amor sensible
59. Amor y corazón no están necesariamente unidos, porque en un corazón humano pueden reinar el odio, la indiferencia, el egoísmo.
60. El Hijo eterno de Dios, que me trasciende sin límites, quiso amarme también con un corazón humano. Sus sentimientos humanos se vuelven sacramento de un amor infinito y definitivo.
61. Si todavía hoy el corazón se percibe en el sentir popular como el centro afectivo de cada ser humano, es lo que mejor puede significar el amor divino de Cristo unido para siempre y de modo inseparable a su amor íntegramente humano.
63. Vale la pena recoger aquí la reflexión de un teólogo, quien reconoce que, por el influjo del pensamiento griego, la Teología durante mucho tiempo relegó el cuerpo y los sentimientos al mundo de lo «prehumano, infrahumano o tentador de lo verdaderamente humano», pero «lo que no resolvió la Teología en teoría lo resolvió la espiritualidad en la práctica.
Triple amor
64. (…) lo expresaba Benedicto XVI: «Desde el horizonte infinito de su amor, Dios quiso entrar en los límites de la historia y de la condición humana, tomó un cuerpo y un corazón, de modo que pudiéramos contemplar y encontrar lo infinito en lo finito, el Misterio invisible e inefable en el Corazón humano de Jesús, el Nazareno» (Ángelus, 1-VI-2008).
Perspectivas trinitarias
70. La devoción al Corazón de Jesús es marcadamente cristológica, es una contemplación directa de Cristo (…) Sin embargo, no podemos ignorar que, (…) Nadie va al Padre, sino por mí» (Jn 14, 6). Él nos quiere llevar al Padre. Así se entiende por qué la predicación de la Iglesia, desde los comienzos, no nos detiene en Jesucristo, sino que nos conduce al Padre.
75. Volvamos ahora los ojos al Espíritu Santo, que colma el Corazón de Cristo y arde en él. Porque, como decía san Juan Pablo II, el Corazón de Cristo es «la obra maestra del Espíritu Santo» (Ángelus, 23-VI-2002).
77. Entonces nuestra relación con el Corazón de Cristo se transforma bajo ese impulso del Espíritu, que nos orienta hacia el Padre, fuente de la vida y último origen de la gracia.
Expresiones magisteriales recientes
79. (...) León XIII nos invitaba a consagrarnos a él (…) Pío XII sostuvo que el culto al Sagrado Corazón expresa de modo excelente, como una sublime síntesis, nuestro culto a Jesucristo.
80. Más recientemente, san Juan Pablo II presentó el desarrollo de este culto en los siglos pasados como una respuesta ante el crecimiento de formas rigoristas y desencarnadas de espiritualidad que olvidaban la misericordia del Señor, pero, al mismo tiempo, como un llamado actual ante un mundo que pretende construirse sin Dios
81. Benedicto XVI invitaba a reconocer el Corazón de Cristo como presencia íntima y cotidiana en la vida de cada uno
Profundización y actualidad
82. La imagen expresiva y simbólica del Corazón de Cristo no es el único recurso que nos da el Espíritu Santo para encontrar el amor de Cristo, y siempre necesitará ser enriquecida, iluminada, renovada gracias a la meditación, la lectura del Evangelio y la maduración espiritual.
91. En los próximos capítulos destacaremos dos aspectos fundamentales que hoy debería reunir la devoción al Sagrado Corazón para seguir alimentándonos y acercándonos al Evangelio: la experiencia espiritual personal y el compromiso comunitario y misionero.
CONCLUSIÓN
217. Lo expresado en este documento nos permite descubrir que lo escrito en las encíclicas sociales Laudato si’y Fratelli tutti no es ajeno a nuestro encuentro con el amor de Jesucristo, ya que bebiendo de ese amor nos volvemos capaces de tejer lazos fraternos, de reconocer la dignidad de cada ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común.
219. La Iglesia también
lo necesita, para no reemplazar el amor de Cristo con estructuras caducas,
obsesiones de otros tiempos, adoración de la propia mentalidad, fanatismos de
todo tipo que terminan ocupando el lugar de ese amor gratuito de Dios que
libera, vivifica, alegra el corazón y alimenta las comunidades. De la herida
del costado de Cristo sigue brotando ese río que jamás se agota, que no pasa,
que se ofrece una y otra vez para quien quiera amar. Sólo su amor hará posible
una humanidad nueva.
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