jueves, 13 de febrero de 2020

QUERIDA AMAZONIA (y 2)

Exhortación apostólica de Francisco 
tras el Sínodo sobre la Amazonia (X-2019). Resumen literal.


CAPÍTULO TERCERO. UN SUEÑO ECOLÓGICO
CAPÍTULO CUARTO. UN SUEÑO ECLESIAL
CONCLUSIÓN. LA MADRE DE LA AMAZONIA
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CAPÍTULO TERCERO. UN SUEÑO ECOLÓGICO

41. (…) El Señor, que primero cuida de nosotros, nos enseña a cuidar de nuestros hermanos y hermanas, y del ambiente que cada día Él nos regala. Esta es la primera ecología que necesitamos. En la Amazonia se comprenden mejor las palabras de Benedicto XVI cuando decía que «además de la ecología de la naturaleza hay una ecología que podemos llamar “humana”, y que a su vez requiere una “ecología social”».

42. (…) el cuidado de las personas y el cuidado de los ecosistemas son inseparables (…) Los indígenas, «cuando permanecen en sus territorios, son precisamente ellos quienes mejor los cuidan», siempre que no se dejen atrapar por los cantos de sirena y por las ofertas interesadas de grupos de poder (…) dicen: «Somos agua, aire, tierra y vida del medio ambiente creado por Dios. Por lo tanto, pedimos que cesen los maltratos y el exterminio de la Madre tierra».

43. En la Amazonia el agua es la reina, los ríos y arroyos son como venas, y toda forma de vida está determinada por ella

45. (…) «El río no nos separa, nos une, nos ayuda a convivir entre diferentes culturas y lenguas».

48. El equilibrio planetario depende también de la salud de la Amazonia. Junto con el bioma del Congo y del Borneo.

51. Para cuidar la Amazonia es bueno articular los saberes ancestrales con los conocimientos técnicos contemporáneos, pero siempre procurando un manejo sustentable del territorio que al mismo tiempo preserve el estilo de vida y los sistemas de valores de los pobladores.

52. Los más poderosos no se conforman nunca con las ganancias que obtienen, y los recursos del poder económico se agigantan con el desarrollo científico y tecnológico.

53. Muchas veces dejamos cauterizar la conciencia, porque «la distracción constante nos quita la valentía de advertir la realidad de un mundo limitado y finito».

56. Despertemos el sentido estético y contemplativo que Dios puso en nosotros y que a veces dejamos atrofiar. Recordemos que «cuando alguien no aprende a detenerse para percibir y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en objeto de uso y abuso inescrupuloso».

CAPÍTULO CUARTO. UN SUEÑO ECLESIAL

62. Frente a tantas necesidades y angustias que claman desde el corazón de la Amazonia, podemos responder (…) queremos luchar con todos, codo a codo, no nos avergonzamos de Jesucristo.

66. La Iglesia (…) anuncia una y otra vez el kerygma, necesita crecer en la Amazonia. Para ello siempre reconfigura su propia identidad en escucha y diálogo con las personas, realidades e historias de su territorio (…) necesario proceso de inculturación, que no desprecia nada de lo bueno que ya existe en las culturas amazónicas, sino que lo recoge y lo lleva a la plenitud a la luz del Evangelio.

67. San Juan Pablo II enseñaba que, al presentar su propuesta evangélica, «la Iglesia no pretende negar la autonomía de la cultura (…) Dirigiéndose a los indígenas del Continente americano recordó que «una fe que no se haga cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida» (Mensaje a los indígenas del continente americano. Santo Domingo, 12 octubre 1982).

75. Esta inculturación, dada la situación de pobreza y abandono de tantos habitantes de la Amazonia, necesariamente tendrá que tener un perfume marcadamente social y caracterizarse por una firme defensa de los derechos humanos, haciendo brillar ese rostro de Cristo que «ha querido identificarse con ternura especial con los más débiles y pobres» (III CELAM, Documento de Puebla, 23-III-1979).

77. Así podrán nacer testimonios de santidad con rostro amazónico, que no sean copias de modelos de otros lugares.

78 (…) No nos apresuremos en calificar de superstición o de paganismo algunas expresiones religiosas que surgen espontáneamente de la vida de los pueblos. Más bien hay que saber reconocer el trigo que crece entre la cizaña.

82. (…) la Eucaristía (…) une el cielo y la tierra, abraza y penetra todo lo creado (…) Esto nos permite recoger en la liturgia muchos elementos propios de la experiencia de los indígenas en su íntimo contacto con la naturaleza y estimular expresiones autóctonas en cantos, danzas, ritos, gestos y símbolos. Ya el Concilio Vaticano II había pedido este esfuerzo de inculturación de la liturgia en los pueblos indígenas pero han pasado más de cincuenta años y hemos avanzado poco en esta línea.

85. La inculturación también debe desarrollarse y reflejarse en una forma encarnada de llevar adelante la organización eclesial y la ministerialidad (…) La pastoral de la Iglesia tiene en la Amazonia una presencia precaria, debida en parte a la inmensa extensión territorial con muchos lugares de difícil acceso, gran diversidad cultural, serios problemas sociales, y la propia opción de algunos pueblos de recluirse. Esto no puede dejarnos indiferentes y exige de la Iglesia una respuesta específica y valiente.

87. El modo de configurar la vida y el ejercicio del ministerio de los sacerdotes no es monolítico y adquiere diversos matices en distintos lugares de la tierra.

89. (…) Los laicos podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar algunos sacramentos, buscar distintos cauces para la piedad popular y desarrollar la multitud de dones que el Espíritu derrama en ellos. Pero necesitan la celebración de la Eucaristía porque ella «hace la Iglesia».

99. En la Amazonia hay comunidades que se han sostenido y han transmitido la fe durante mucho tiempo sin que algún sacerdote pasara por allí, aun durante décadas. Esto ocurrió gracias a la presencia de mujeres fuertes y generosas: bautizadoras, catequistas, rezadoras, misioneras, ciertamente llamadas e impulsadas por el Espíritu Santo. Durante siglos las mujeres mantuvieron a la Iglesia en pie en esos lugares con admirable entrega y ardiente fe.

103. En una Iglesia sinodal las mujeres (…) deberían poder acceder a funciones e incluso a servicios eclesiales que no requieren el Orden sagrado y (…) tengan una incidencia real y efectiva en la organización, en las decisiones más importantes y en la guía de las comunidades, pero sin dejar de hacerlo con el estilo propio de su impronta femenina.

CONCLUSIÓN. LA MADRE DE LA AMAZONIA

111. (…) Ahora levantemos la mirada a María. La Madre que Cristo nos dejó.

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