Exhortación apostólica de Francisco
tras el Sínodo sobre la
Amazonia (X-2019). Resumen literal.
CAPÍTULO TERCERO. UN
SUEÑO ECOLÓGICO
CAPÍTULO CUARTO. UN SUEÑO ECLESIAL
CONCLUSIÓN. LA MADRE DE LA AMAZONIA
------------------------------------------------------------
CAPÍTULO TERCERO. UN
SUEÑO ECOLÓGICO
41. (…) El Señor, que primero cuida de nosotros, nos enseña a cuidar
de nuestros hermanos y hermanas, y del ambiente que cada día Él nos regala.
Esta es la primera ecología que necesitamos. En la Amazonia se comprenden mejor
las palabras de Benedicto XVI cuando decía que «además de la ecología de la naturaleza hay una ecología que podemos
llamar “humana”, y que a su vez requiere una “ecología social”».
42.
(…) el cuidado de las
personas y el cuidado de los ecosistemas son inseparables (…) Los indígenas,
«cuando permanecen en sus territorios, son precisamente ellos quienes mejor los
cuidan», siempre que no se dejen atrapar por los cantos de sirena y por
las ofertas interesadas de grupos de poder (…) dicen: «Somos agua, aire, tierra y vida del medio ambiente creado por Dios. Por
lo tanto, pedimos que cesen los maltratos y el exterminio de la Madre tierra».
43. En la Amazonia el
agua es la reina, los ríos y arroyos son como venas, y toda forma de vida está
determinada por ella
45. (…) «El río no
nos separa, nos une, nos ayuda a convivir entre diferentes culturas y lenguas».
48. El equilibrio
planetario depende también de la salud de la Amazonia. Junto con el bioma del
Congo y del Borneo.
51. Para cuidar la
Amazonia es bueno articular los saberes ancestrales con los conocimientos
técnicos contemporáneos, pero siempre procurando un manejo sustentable del
territorio que al mismo tiempo preserve el estilo de vida y los sistemas de
valores de los pobladores.
52. Los más poderosos
no se conforman nunca con las ganancias que obtienen, y los recursos del poder
económico se agigantan con el desarrollo científico y tecnológico.
53. Muchas veces
dejamos cauterizar la conciencia, porque «la distracción constante nos quita la
valentía de advertir la realidad de un mundo limitado y finito».
56. Despertemos el
sentido estético y contemplativo que Dios puso en nosotros y que a veces
dejamos atrofiar. Recordemos que «cuando alguien no aprende a detenerse para
percibir y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en
objeto de uso y abuso inescrupuloso».
CAPÍTULO CUARTO. UN SUEÑO ECLESIAL
62. Frente a tantas
necesidades y angustias que claman desde el corazón de la Amazonia, podemos
responder (…) queremos luchar con todos, codo a codo, no nos avergonzamos de
Jesucristo.
66. La Iglesia (…) anuncia
una y otra vez el kerygma, necesita crecer en la Amazonia. Para ello siempre
reconfigura su propia identidad en escucha y diálogo con las personas,
realidades e historias de su territorio (…) necesario proceso de inculturación,
que no desprecia nada de lo bueno que ya existe en las culturas amazónicas,
sino que lo recoge y lo lleva a la plenitud a la luz del Evangelio.
67. San Juan
Pablo II enseñaba que, al presentar su propuesta evangélica, «la Iglesia no pretende negar la autonomía de
la cultura (…) Dirigiéndose a los indígenas del Continente americano
recordó que «una fe que no se haga
cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente
vivida» (Mensaje a los indígenas del continente americano. Santo Domingo,
12 octubre 1982).
75. Esta
inculturación, dada la situación de pobreza y abandono de tantos habitantes de
la Amazonia, necesariamente tendrá que tener un perfume marcadamente social y
caracterizarse por una firme defensa de los derechos humanos, haciendo brillar
ese rostro de Cristo que «ha querido identificarse con ternura especial con los
más débiles y pobres» (III CELAM, Documento de Puebla, 23-III-1979).
77. Así podrán nacer
testimonios de santidad con rostro amazónico, que no sean copias de modelos de
otros lugares.
78 (…) No nos
apresuremos en calificar de superstición o de paganismo algunas expresiones
religiosas que surgen espontáneamente de la vida de los pueblos. Más bien hay
que saber reconocer el trigo que crece entre la cizaña.
82. (…) la Eucaristía
(…) une el cielo y la tierra, abraza y penetra todo lo creado (…) Esto nos permite recoger en la liturgia
muchos elementos propios de la experiencia de los indígenas en su íntimo
contacto con la naturaleza y estimular expresiones autóctonas en cantos,
danzas, ritos, gestos y símbolos. Ya el Concilio Vaticano II había pedido este
esfuerzo de inculturación de la liturgia en los pueblos indígenas pero
han pasado más de cincuenta años y hemos avanzado poco en esta línea.
85. La inculturación
también debe desarrollarse y reflejarse en una forma encarnada de llevar
adelante la organización eclesial y la ministerialidad (…) La pastoral de la
Iglesia tiene en la Amazonia una presencia precaria, debida en parte a la
inmensa extensión territorial con muchos lugares de difícil acceso, gran
diversidad cultural, serios problemas sociales, y la propia opción de algunos
pueblos de recluirse. Esto no puede dejarnos indiferentes y exige de la Iglesia
una respuesta específica y valiente.
87. El modo de
configurar la vida y el ejercicio del ministerio de los sacerdotes no es
monolítico y adquiere diversos matices en distintos lugares de la tierra.
89. (…) Los laicos
podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar
algunos sacramentos, buscar distintos cauces para la piedad popular y
desarrollar la multitud de dones que el Espíritu derrama en ellos. Pero
necesitan la celebración de la Eucaristía porque ella «hace la Iglesia».
99. En la Amazonia
hay comunidades que se han sostenido y han transmitido la fe durante mucho
tiempo sin que algún sacerdote pasara por allí, aun durante décadas. Esto
ocurrió gracias a la presencia de mujeres fuertes y generosas: bautizadoras,
catequistas, rezadoras, misioneras, ciertamente llamadas e impulsadas por el
Espíritu Santo. Durante siglos las mujeres mantuvieron a la Iglesia en pie en
esos lugares con admirable entrega y ardiente fe.
103. En una Iglesia
sinodal las mujeres (…) deberían poder acceder a funciones e incluso a
servicios eclesiales que no requieren el Orden sagrado y (…) tengan una
incidencia real y efectiva en la organización, en las decisiones más
importantes y en la guía de las comunidades, pero sin dejar de hacerlo con el
estilo propio de su impronta femenina.
CONCLUSIÓN. LA MADRE DE LA AMAZONIA
111. (…) Ahora
levantemos la mirada a María. La Madre que Cristo nos dejó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario