Exhortación
apostólica postsinodal a los jóvenes
y
a todo el Pueblo de Dios
Francisco,
25 marzo 2019
Resumen literal cap IV-VI
Capítulo
cuarto
El
gran anuncio para todos los jóvenes
112.
Ante todo quiero decirle a cada uno la primera verdad: “Dios te
ama” (…)
Nunca
lo dudes, más allá de lo que te suceda en la vida. En cualquier
circunstancia, eres infinitamente amado.

115.
Para Él realmente eres valioso, no eres insignificante, le importas,
porque eres obra de sus manos. Por eso te presta atención .
119.
(…)
Cristo
(...)
nos salvó en la Cruz de nuestros pecados (…)
Mira
su Cruz, aférrate a Él (…)
Nadie
podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e
inquebrantable.
121.
Su perdón y su salvación no son algo que hemos comprado o que
tengamos que adquirir con nuestras obras o con nuestros esfuerzos. Él
nos perdona y nos libera gratis.
124.
(…)
¡Él vive! Hay que volver a recordarlo con frecuencia porque
corremos el riesgo de tomar a Jesucristo sólo como un buen ejemplo
del pasado, como un recuerdo, como alguien que nos salvó hace dos
mil años.
127.
Si Él vive eso es una garantía de que el bien puede hacerse camino
en nuestra vida y de que nuestros cansancios servirán para algo.
Entonces podemos abandonar los lamentos y mirar para adelante porque
con Él siempre se puede.
130.
(…) Donde están el Padre y Jesucristo, también está el Espíritu
Santo. Es Él quien está detrás, es Él quien prepara y abre los
corazones (...) es Él quien te ayudará (…) te hace entrar cada
vez más en el corazón de Cristo para que te llenes siempre más de
su amor, de su luz y de su fuerza.
Capítulo
quinto
Caminos
de juventud
134.
(...) la juventud, más que un orgullo, es un regalo de Dios (…) un
don que podemos malgastar inútilmente, o bien podemos recibirlo
agradecidos y vivirlo con plenitud.
139.
(…) Un joven es una promesa de vida que lleva incorporado un
cierto grado de tenacidad; tiene la suficiente locura para poderse
autoengañar y la suficiente capacidad para poder curarse de la
desilusión que pueda derivar de ello.
143.
Jóvenes (…) no observen la vida desde un balcón. No confundan la
felicidad con un diván ni vivan toda su vida detrás de una
pantalla. Tampoco se conviertan en el triste espectáculo de un
vehículo abandonado.
148.
(…) Mientras luchas para dar forma a tus sueños, vive plenamente
el hoy, entrégalo todo y llena de amor cada momento.

154.
La amistad con Jesús es inquebrantable. Él nunca se va aunque a
veces parece que hace silencio (…) Él jamás rompe una alianza.
158.
(…) Así como te preocupa no perder la conexión a Internet, cuida
que esté activa tu conexión con el Señor, y eso significa no
cortar el diálogo, escucharlo, contarle tus cosas, y cuando no sepas
con claridad qué tendrías que hacer, preguntarle: «Jesús, ¿qué
harías tú en mi lugar?
162.
Pero te recuerdo que no serás santo y pleno copiando a otros. Ni
siquiera imitar a los santos significa copiar su forma de ser y de
vivir la santidad (…) Tú tienes que descubrir quién eres y
desarrollar tu forma propia de ser santo, más allá de lo que digan
y opinen los demás. Llegar a ser santo es llegar a ser más
plenamente tú mismo, a ser ese que Dios quiso soñar y crear, no una
fotocopia.
168.
Es verdad que a veces, frente a un mundo tan lleno de violencia y
egoísmo, los jóvenes pueden correr el riesgo de encerrarse en
pequeños grupos, y así privarse de los desafíos de la vida en
sociedad, de un mundo amplio, desafiante y necesitado. Sienten que
viven el amor fraterno, pero quizás su grupo se convirtió en una
mera prolongación de su yo. Esto se agrava si la vocación del laico
se concibe sólo como un servicio dentro de la Iglesia (lectores,
acólitos, catequistas, etc.), olvidando que la vocación laical es
ante todo la caridad en la familia, la caridad social y la caridad
política: es un compromiso concreto desde la fe para la construcción
de una sociedad nueva, es vivir en medio del mundo y de la sociedad
para evangelizar sus diversas instancias, para hacer crecer la paz,
la convivencia, la justicia, los derechos humanos, la misericordia, y
así extender el Reino de Dios en el mundo.
175.
Enamorados de Cristo, los jóvenes están llamados a dar testimonio
del Evangelio en todas partes, con su propia vida.
177.
(…) No hay fronteras, no hay límites: nos envía a todos. El
Evangelio no es para algunos sino para todos (…) No tengan miedo de
ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias
existenciales (…) ir sin miedo con el anuncio misionero, allí
donde nos encontremos y con quien estemos, en el barrio, en el
estudio, en el deporte, en las salidas con los amigos, en el
voluntariado o en el trabajo.
Capítulo
sexto
Jóvenes
con raíces
180.
Esta no es una cuestión secundaria (…) Comprender esto permite
distinguir la alegría de la juventud de un falso culto a la juventud
que algunos utilizan para seducir a los jóvenes y utilizarlos para
sus fines.

190.
Esto no significa que tengas que estar de acuerdo con todo lo que
ellos dicen, ni que debas aprobar todas sus acciones. Un joven
siempre debería tener un espíritu crítico.
199.
Si caminamos juntos, jóvenes y ancianos, podremos estar bien
arraigados en el presente, y desde aquí frecuentar el pasado y el
futuro: frecuentar el pasado, para aprender de la historia y para
sanar las heridas que a veces nos condicionan; frecuentar el futuro,
para alimentar el entusiasmo, hacer germinar sueños, suscitar
profecías, hacer florecer esperanzas.
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