jueves, 12 de abril de 2018

ALEGRAOS Y REGOCIJAOS (4/5)

CAPÍTULO CUARTO
ALGUNAS NOTAS DE LA SANTIDAD
EN EL MUNDO ACTUAL

DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA “GAUDETE ET EXSULTATE”
SOBRE AL LLAMADA A LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL
19 de marzo, Solemnidad de San José, del año 2018.




111. Estas notas que quiero destacar no son todas las que pueden conformar un modelo de santidad, pero son cinco grandes manifestaciones del amor a Dios y al prójimo que considero de particular importancia.

Aguante, paciencia y mansedumbre

112. (…) es posible aguantar, soportar las contrariedades, los vaivenes de la vida, y también las agresiones de los demás, sus infidelidades y defectos: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?» (Rm 8, 31).
113. San Pablo invitaba a los romanos a no devolver «a nadie mal por mal» (Rm 12, 17), a no querer hacerse justicia «por vuestra cuenta» (v. 19), y (…) a vencer «al mal con el bien» (v. 21).
115. También los cristianos pueden formar parte de redes de violencia verbal a través de internet y de los diversos foros o espacios de intercambio digital. Aun en medios católicos se pueden perder los límites.
116. (…) El santo no gasta sus energías lamentando los errores ajenos, es capaz de hacer silencio ante los defectos de sus hermanos y evita la violencia verbal que arrasa y maltrata, porque no se cree digno de ser duro con los demás, sino que los considera como superiores a uno mismo (cf. Flp 2, 3).

118. La humildad solamente puede arraigarse en el corazón a través de las humillaciones. Sin ellas no hay humildad ni santidad.
119. No me refiero solo a las situaciones crudas de martirio, sino a las humillaciones cotidianas (…) No es caminar con la cabeza baja, hablar poco o escapar de la sociedad.

Alegría y sentido del humor

122. (…) El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado.
123. Los profetas anunciaban el tiempo de Jesús (…) «Gritad jubilosos» (Is 12, 6) (…) «¡Salta de gozo, Sión; alégrate, Jerusalén!» (Za 9, 9). Y no olvidemos la exhortación de Nehemías: «¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!» (8,10).
124. María, que supo descubrir la novedad que Jesús traía, cantaba: «Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador» (Lc 1, 47) (…) «Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud» (Jn 15, 11).
126. Ordinariamente la alegría cristiana está acompañada del sentido del humor (…) El mal humor no es un signo de santidad.
127. (…) positivos, agradecidos y no demasiado complicados (…) mantener un espíritu flexible, y hacer como san Pablo: «Yo he aprendido a bastarme con lo que tengo» (Flp 4, 11). Es lo que vivía san Francisco de Asís, capaz de conmoverse de gratitud ante un pedazo de pan duro, o de alabar feliz a Dios solo por la brisa que acariciaba su rostro.

Audacia y fervor

129. (…) la santidad es parresía: es audacia, es empuje evangelizador que deja una marca en este mundo. Para que sea posible, el mismo Jesús viene a nuestro encuentro y nos repite con serenidad y firmeza: «No tengáis miedo» (Mc 6, 50). «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 20).
130. El beato Pablo VI mencionaba, entre los obstáculos de la evangelización, precisamente la carencia de parresía: «La falta de fervor, tanto más grave cuanto que viene de dentro» (Evangelii nuntiandi, 80) (…) decir con san Pablo: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1Co 9, 16).
132. La parresía es sello del Espíritu, testimonio de la autenticidad .
134. Como el profeta Jonás, siempre llevamos latente la tentación de huir a un lugar seguro que puede tener muchos nombres: individualismo, espiritualismo, encerramiento en pequeños mundos, dependencia, instalación, repetición de esquemas ya prefijados, dogmatismo, nostalgia, pesimismo, refugio en las normas.
135. Dios siempre es novedad, que nos empuja a partir una y otra vez y a desplazarnos para ir más allá de lo conocido, hacia las periferias y las fronteras.
137. La costumbre nos seduce y nos dice que no tiene sentido tratar de cambiar algo, que no podemos hacer nada (…) que siempre ha sido así y que, sin embargo, sobrevivimos (…) dejemos que el Señor venga a despertarnos, a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de la inercia.
138. (…) Los santos sorprenden, desinstalan, porque sus vidas nos invitan a salir de la mediocridad tranquila y anestesiante.
139. (…) dejemos que el Espíritu Santo nos haga contemplar la historia en la clave de Jesús resucitado. De ese modo la Iglesia, en lugar de estancarse, podrá seguir adelante acogiendo las sorpresas del Señor.

En comunidad
141. La santificación es un camino comunitario, de dos en dos (…) hay muchos matrimonios santos, donde cada uno fue un instrumento de Cristo para la santificación del cónyuge.
143. (…) La vida comunitaria, sea en la familia, en la parroquia, en la comunidad religiosa o en cualquier otra, está hecha de muchos pequeños detalles cotidianos.
144. Recordemos cómo Jesús invitaba a sus discípulos a prestar atención a los detalles.
El pequeño detalle de que se estaba acabando el vino en una fiesta.
El pequeño detalle de que faltaba una oveja.
El pequeño detalle de la viuda que ofreció sus dos moneditas.
El pequeño detalle de tener aceite de repuesto para las lámparas por si el novio se demora.
El pequeño detalle de pedir a sus discípulos que vieran cuántos panes tenían.
El pequeño detalle de tener un fueguito preparado y un pescado en la parrilla mientras esperaba a los discípulos de madrugada.

En oración constante

147. (…) El santo es una persona con espíritu orante, que necesita comunicarse con Dios. Es alguien que no soporta asfixiarse en la inmanencia cerrada de este mundo (…) No creo en la santidad sin oración, aunque no se trate necesariamente de largos momentos o de sentimientos intensos.
148. (…) Dios (…) no puede dejar de manifestarse de alguna manera en medio de nuestra vida cotidiana.

151. (…) ¿Hay momentos en los que te pones en su presencia en silencio, permaneces con él sin prisas, y te dejas mirar por él? ¿Dejas que su fuego inflame tu corazón? (…) si ante el rostro de Cristo todavía no logras dejarte sanar y transformar, entonces penetra en las entrañas del Señor, entra en sus llagas, porque allí tiene su sede la misericordia divina (Cf. S. Bernardo, Sermones sobre el Cantar de los Cantares 61, 3-5).
152. Pero ruego que no entendamos el silencio orante como una evasión que niega el mundo que nos rodea.
153. Tampoco la historia desaparece (…) La memoria de las acciones de Dios está en la base de la experiencia de la alianza entre Dios y su pueblo. Si Dios ha querido entrar en la historia, la oración está tejida de recuerdos.
154. La súplica es expresión del corazón que confía en Dios, que sabe que solo no puede.

155. Si de verdad reconocemos que Dios existe no podemos dejar de adorarlo, a veces en un silencio lleno de admiración, o de cantarle en festiva alabanza.
156. La lectura orante de la Palabra de Dios, más dulce que la miel (cf. Sal 119, 103) y «espada de doble filo» (Hb 4, 12), nos permite detenernos a escuchar al Maestro para que sea lámpara para nuestros pasos, luz en nuestro camino (cf. Sal 119, 105).
157. (…) la Eucaristía (…) es presencia real del que es la Palabra viva (…) Y cuando lo recibimos en la comunión, renovamos nuestra alianza con él y le permitimos que realice más y más su obra transformadora.

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