CAPÍTULO CUARTO
ALGUNAS NOTAS
DE LA SANTIDAD
EN EL MUNDO
ACTUAL
DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA “GAUDETE ET EXSULTATE”
SOBRE AL LLAMADA A LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL
19 de marzo, Solemnidad de San José, del año 2018.
111. Estas notas que quiero destacar no
son todas las que pueden conformar un modelo de santidad, pero son cinco
grandes manifestaciones del amor a Dios y al prójimo que considero de
particular importancia.
Aguante, paciencia y mansedumbre
112. (…) es posible aguantar, soportar las
contrariedades, los vaivenes de la vida, y también las agresiones de los demás,
sus infidelidades y defectos: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra
nosotros?» (Rm 8, 31).
113. San Pablo invitaba a los romanos a no
devolver «a nadie mal por mal» (Rm 12,
17), a no querer hacerse justicia «por vuestra cuenta» (v. 19), y (…) a vencer
«al mal con el bien» (v. 21).
115. También los cristianos pueden formar
parte de redes de violencia verbal a través de internet y de los diversos foros
o espacios de intercambio digital. Aun en medios católicos se pueden perder los
límites.
116. (…) El santo no gasta sus energías
lamentando los errores ajenos, es capaz de hacer silencio ante los defectos de
sus hermanos y evita la violencia verbal que arrasa y maltrata, porque no se
cree digno de ser duro con los demás, sino que los considera como superiores a
uno mismo (cf. Flp 2, 3).
118. La humildad solamente puede arraigarse en el corazón a través de las humillaciones. Sin ellas no hay humildad ni santidad.
119. No me refiero solo a las situaciones
crudas de martirio, sino a las humillaciones cotidianas (…) No es caminar con
la cabeza baja, hablar poco o escapar de la sociedad.
Alegría y sentido del humor
122. (…) El santo es capaz de vivir con
alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un
espíritu positivo y esperanzado.
123. Los profetas anunciaban el tiempo de
Jesús (…) «Gritad jubilosos» (Is 12,
6) (…) «¡Salta de gozo, Sión; alégrate, Jerusalén!» (Za 9, 9). Y no olvidemos la exhortación de
Nehemías: «¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!»
(8,10).
124. María, que supo descubrir la novedad
que Jesús traía, cantaba: «Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador» (Lc 1, 47) (…) «Os he hablado de esto para que mi
alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud» (Jn 15, 11).
126. Ordinariamente la alegría cristiana
está acompañada del sentido del humor (…) El mal humor no es un signo de
santidad.
127. (…) positivos, agradecidos y no demasiado
complicados (…) mantener un espíritu flexible, y hacer como san Pablo: «Yo he
aprendido a bastarme con lo que tengo» (Flp 4, 11). Es lo que vivía san Francisco de
Asís, capaz de conmoverse de gratitud ante un pedazo de pan duro, o de alabar
feliz a Dios solo por la brisa que acariciaba su rostro.
Audacia y fervor
129. (…) la santidad es parresía: es audacia, es empuje
evangelizador que deja una marca en este mundo. Para que sea posible, el mismo
Jesús viene a nuestro encuentro y nos repite con serenidad y firmeza: «No
tengáis miedo» (Mc 6, 50). «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el final de los tiempos» (Mt 28, 20).
130. El beato Pablo VI mencionaba,
entre los obstáculos de la evangelización, precisamente la carencia de
parresía: «La falta de fervor, tanto más grave cuanto que viene de dentro» (Evangelii nuntiandi, 80) (…) decir con san Pablo: «¡Ay de mí si no anuncio el
Evangelio!» (1Co 9, 16).
132. La parresía es sello del Espíritu, testimonio de la
autenticidad .
134. Como el profeta Jonás, siempre
llevamos latente la tentación de huir a un lugar seguro que puede tener muchos
nombres: individualismo, espiritualismo, encerramiento en pequeños mundos,
dependencia, instalación, repetición de esquemas ya prefijados, dogmatismo,
nostalgia, pesimismo, refugio en las normas.
135. Dios siempre es novedad, que nos
empuja a partir una y otra vez y a desplazarnos para ir más allá de lo
conocido, hacia las periferias y las fronteras.
137. La costumbre nos seduce y nos dice
que no tiene sentido tratar de cambiar algo, que no podemos hacer nada (…) que
siempre ha sido así y que, sin embargo, sobrevivimos (…) dejemos que el Señor
venga a despertarnos, a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de
la inercia.
138. (…) Los santos sorprenden, desinstalan,
porque sus vidas nos invitan a salir de la mediocridad tranquila y
anestesiante.
139. (…) dejemos que el Espíritu Santo nos
haga contemplar la historia en la clave de Jesús resucitado. De ese modo la
Iglesia, en lugar de estancarse, podrá seguir adelante acogiendo las sorpresas
del Señor.
En comunidad
141. La santificación es un camino
comunitario, de dos en dos (…) hay muchos matrimonios santos, donde cada uno
fue un instrumento de Cristo para la santificación del cónyuge.
143. (…) La vida comunitaria, sea en la
familia, en la parroquia, en la comunidad religiosa o en cualquier otra, está
hecha de muchos pequeños detalles cotidianos.
144. Recordemos cómo Jesús invitaba a sus
discípulos a prestar atención a los detalles.
El pequeño detalle de que se estaba
acabando el vino en una fiesta.
El pequeño detalle de que faltaba una oveja.
El pequeño detalle de la viuda que ofreció sus dos moneditas.
El pequeño detalle de tener aceite de repuesto para las lámparas por si el novio se demora.
El pequeño detalle de pedir a sus discípulos que vieran cuántos panes tenían.
El pequeño detalle de tener un fueguito preparado y un pescado en la parrilla mientras esperaba a los discípulos de madrugada.
El pequeño detalle de que faltaba una oveja.
El pequeño detalle de la viuda que ofreció sus dos moneditas.
El pequeño detalle de tener aceite de repuesto para las lámparas por si el novio se demora.
El pequeño detalle de pedir a sus discípulos que vieran cuántos panes tenían.
El pequeño detalle de tener un fueguito preparado y un pescado en la parrilla mientras esperaba a los discípulos de madrugada.
En oración constante
147. (…) El santo es una persona con espíritu
orante, que necesita comunicarse con Dios. Es alguien que no soporta asfixiarse
en la inmanencia cerrada de este mundo (…) No creo en la santidad sin oración,
aunque no se trate necesariamente de largos momentos o de sentimientos
intensos.
148. (…) Dios (…) no puede dejar de
manifestarse de alguna manera en medio de nuestra vida cotidiana.
151. (…) ¿Hay momentos en los que te pones en su presencia en silencio, permaneces con él sin prisas, y te dejas mirar por él? ¿Dejas que su fuego inflame tu corazón? (…) si ante el rostro de Cristo todavía no logras dejarte sanar y transformar, entonces penetra en las entrañas del Señor, entra en sus llagas, porque allí tiene su sede la misericordia divina (Cf. S. Bernardo, Sermones sobre el Cantar de los Cantares 61, 3-5).
152. Pero ruego que no entendamos el
silencio orante como una evasión que niega el mundo que nos rodea.
153. Tampoco la historia desaparece (…) La
memoria de las acciones de Dios está en la base de la experiencia de la alianza
entre Dios y su pueblo. Si Dios ha querido entrar en la historia, la oración
está tejida de recuerdos.
154. La súplica es expresión del corazón
que confía en Dios, que sabe que solo no puede.
155. Si de verdad reconocemos que Dios existe no podemos dejar de adorarlo, a veces en un silencio lleno de admiración, o de cantarle en festiva alabanza.
156. La lectura orante de la Palabra de
Dios, más dulce que la miel (cf. Sal 119, 103) y «espada de doble filo» (Hb 4, 12), nos permite detenernos a escuchar
al Maestro para que sea lámpara para nuestros pasos, luz en nuestro camino (cf. Sal 119, 105).
157. (…) la Eucaristía (…) es presencia real
del que es la Palabra viva (…) Y cuando lo recibimos en la comunión, renovamos
nuestra alianza con él y le permitimos que realice más y más su obra
transformadora.
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