viernes, 13 de abril de 2018

ALEGRAOS Y REGOCIJAOS (3/5)

CAPÍTULO TERCERO
A LA LUZ DEL MAESTRO

DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA “GAUDETE ET EXSULTATE”
SOBRE AL LLAMADA A LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL
19 de marzo, Solemnidad de San José, del año 2018.


63. (…) Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas (cf. Mt 5, 3-12; Lc 6, 20-23). Son como el carnet de identidad del cristiano (…) En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas.

A contracorriente

65. Aunque las palabras de Jesús puedan parecernos poéticas, sin embargo van muy a contracorriente con respecto a lo que es costumbre, a lo que se hace en la sociedad; y (…) solo podemos vivirlas si el Espíritu Santo nos invade con toda su potencia y nos libera de la debilidad del egoísmo, de la comodidad, del orgullo.

«Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos»

67. El Evangelio nos invita a reconocer la verdad de nuestro corazón, para ver dónde colocamos la seguridad de nuestra vida.
68. Las riquezas no te aseguran nada.
69. Esta pobreza de espíritu está muy relacionada con aquella «santa indiferencia» que proponía san Ignacio de Loyola, en la cual alcanzamos una hermosa libertad interior.
70. Lucas no habla de una pobreza «de espíritu» sino de ser «pobres» a secas (cf. Lc 6, 20), y así nos invita también a una existencia austera y despojada. De ese modo, nos convoca a compartir la vida de los más necesitados (…) a configurarnos con Jesús, que «siendo rico se hizo pobre» (2Co 8, 9). Ser pobre en el corazón, esto es santidad.

«Felices los mansos, porque heredarán la tierra»

71. Es una expresión fuerte, en este mundo que desde el inicio es un lugar de enemistad, donde se riñe por doquier, donde por todos lados hay odio, donde constantemente clasificamos a los demás por sus ideas, por sus costumbres, y hasta por su forma de hablar o de vestir. En definitiva, es el reino del orgullo y de la vanidad, donde cada uno se cree con el derecho de alzarse por encima de los otros.
72. Él dijo: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas» (Mt 11, 29).
73. (…) Aun cuando uno defienda su fe y sus convicciones debe hacerlo con mansedumbre (cf. 1P 3, 16), y hasta los adversarios deben ser tratados con mansedumbre (cf. 2Tm 2, 25). En la Iglesia muchas veces nos hemos equivocado por no haber acogido este pedido de la Palabra divina.
74. (…) Reaccionar con humilde mansedumbre, esto es santidad.

«Felices los que lloran, porque ellos serán consolados»

75. El mundo nos propone lo contrario (…) Se gastan muchas energías por escapar de las circunstancias donde se hace presente el sufrimiento, creyendo que es posible disimular la realidad, donde nunca, nunca, puede faltar la cruz.
76. (…) Saber llorar con los demás, esto es santidad.

«Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados»

77. «Hambre y sed» (…) responden a necesidades primarias y tienen que ver con el instinto de sobrevivir.
78. Pero la justicia que propone Jesús no es como la que busca el mundo, tantas veces manchada por intereses mezquinos, manipulada para un lado o para otro. La realidad nos muestra qué fácil es entrar en las pandillas de la corrupción, formar parte de esa política cotidiana del «doy para que me den», donde todo es negocio. Y cuánta gente sufre por las injusticias, cuántos se quedan observando impotentes cómo los demás se turnan para repartirse la torta de la vida.
79. Tal justicia (…) si le damos un sentido muy general olvidamos que se manifiesta especialmente en la justicia con los desamparados (…) Buscar la justicia con hambre y sed, esto es santidad.

«Felices los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia»

80. La misericordia tiene dos aspectos: es dar, ayudar, servir a los otros, y también perdonar, comprender.
81. (…) «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará» (Mt 6,36-38) (…) «Con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros» (Lc 6,38) (…) No nos conviene olvidarlo.
82. Jesús (…) llama felices a aquellos que perdonan y lo hacen «setenta veces siete» (Mt 18, 22) (…) Mirar y actuar con misericordia, esto es santidad.

«Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios»

83. (…) En la Biblia, el corazón son nuestras intenciones verdaderas, lo que realmente buscamos y deseamos, más allá de lo que aparentamos.
85. (…) En el evangelio de Mateo vemos también que lo que viene de dentro del corazón es lo que contamina al hombre (cf. 15,18), porque de allí proceden los asesinatos, el robo, los falsos testimonios, y demás cosas (cf. 15,19).
86. (…) Mantener el corazón limpio de todo lo que mancha el amor, esto es santidad.

«Felices los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios»

87. (…) El mundo de las habladurías, hecho por gente que se dedica a criticar y a destruir, no construye la paz.
88. Los pacíficos son fuente de paz, construyen paz y amistad social (…) «Ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9).
89. No es fácil construir esta paz evangélica que no excluye a nadie sino que integra (…) un arte que requiere serenidad, creatividad, sensibilidad y destreza. Sembrar paz a nuestro alrededor, esto es santidad.

«Felices los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos»

91. No se puede esperar, para vivir el Evangelio, que todo a nuestro alrededor sea favorable.
94. Las persecuciones no son una realidad del pasado, porque hoy también las sufrimos (…) Aceptar cada día el camino del Evangelio aunque nos traiga problemas, esto es santidad.

El gran protocolo

95. «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis…» (Mt 25, 35-36).

Por fidelidad al Maestro

96. Por lo tanto, ser santos no significa blanquear los ojos en un supuesto éxtasis (…) En esta llamada a reconocerlo en los pobres y sufrientes se revela el mismo corazón de Cristo, sus sentimientos y opciones más profundas, con las cuales todo santo intenta configurarse.
99. (…) no se trata solo de realizar algunas buenas obras sino de buscar un cambio social.

Las ideologías que mutilan el corazón del Evangelio

100. Lamento que a veces las ideologías nos lleven a dos errores nocivos. Por una parte, el de los cristianos que separan estas exigencias del Evangelio de su relación personal con el Señor, de la unión interior con él, de la gracia. Así se convierte al cristianismo en una especie de ONG.
101. También es nocivo e ideológico el error de quienes viven sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo superficial, mundano, secularista, inmanentista, comunista, populista.
102. Suele escucharse que, frente al relativismo y a los límites del mundo actual, sería un asunto menor la situación de los migrantes, por ejemplo (…) ¿Podemos reconocer que es precisamente eso lo que nos reclama Jesucristo cuando nos dice que a él mismo lo recibimos en cada forastero (cf. Mt 25, 35)?
103. (…) no se trata de un invento de un Papa o de un delirio pasajero (…) el profeta Isaías (…) se preguntaba qué es lo que agrada a Dios: «Partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos» (58, 7-8).

El culto que más le agrada

104. (…) olvidamos que el criterio para evaluar nuestra vida es ante todo lo que hicimos con los demás. La oración es preciosa si alimenta una entrega cotidiana de amor.
108. (…) Será difícil que nos ocupemos y dediquemos energías a dar una mano a los que están mal si no cultivamos una cierta austeridad, si no luchamos contra esa fiebre que nos impone la sociedad de consumo (…) En medio de esta vorágine actual, el Evangelio vuelve a resonar para ofrecernos una vida diferente, más sana y más feliz.
***
109. (…) el cristianismo es principalmente para ser practicado, y si es también objeto de reflexión, eso solo es válido cuando nos ayuda a vivir el Evangelio en la vida cotidiana.

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