1. «Alegraos y regocijaos» (Mt 5, 12), dice Jesús (…) Él nos quiere santos
y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada.
2. (…) a cada uno de nosotros el Señor nos eligió
«para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor» (Ef 1, 4).
CAPÍTULO PRIMERO
LA LLAMADA A LA SANTIDAD
DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA GAUDETE ET EXSULTATE (GE)
SOBRE AL LLAMADA A LA SANTIDAD
EN EL MUNDO ACTUAL
EN EL MUNDO ACTUAL
19 de marzo, Solemnidad de San José, del año 2018.
Los santos que nos alientan y acompañan
3. En la carta a los Hebreos se mencionan distintos
testimonios que nos animan a que «corramos, con constancia, en la carrera que
nos toca» (12, 1) (…) nos alientan a no detenernos en el camino, nos estimulan
a seguir caminando hacia la meta. Y entre ellos puede estar nuestra propia
madre, una abuela u otras personas cercanas (cf. 2Tm 1, 5).
Los santos de la puerta de al lado
6. No pensemos solo en los ya beatificados o
canonizados. El Espíritu Santo derrama santidad por todas partes, en el santo
pueblo fiel de Dios.
7. Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios
paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y
mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las
religiosas ancianas que siguen sonriendo (…) es muchas veces la santidad «de la
puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros.
9. La santidad es el rostro más bello de la Iglesia.
Pero aun fuera de la Iglesia Católica y en ámbitos muy diferentes, el Espíritu
suscita «signos de su presencia, que ayudan a los mismos discípulos de Cristo».
El Señor llama
10. (…) el Señor hace a cada uno de nosotros, esa
llamada que te dirige también a ti: «Sed santos, porque yo soy santo» (Lv 11, 45; cf. 1P
1, 16). El Concilio Vaticano II lo destacó con fuerza: «Todos los fieles,
cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan
poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su
camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo
Padre» (LG, 11).
11. (…) que cada creyente discierna su propio camino (…)
Todos estamos llamados a ser testigos, pero «existen muchas formas
existenciales de testimonio» (Hans
U. von Balthasar, “Teología y santidad”, en Communio 6 (1987), 489.).
12. (…) también se manifiesta en estilos femeninos de
santidad, indispensables para reflejar la santidad de Dios en este mundo (…) recordar
a tantas mujeres desconocidas u olvidadas quienes, cada una a su modo, han
sostenido y transformado familias y comunidades con la potencia de su
testimonio.
También para ti
14. (…) Todos estamos llamados a ser santos (…) ¿Estás
casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo
lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y
competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o
abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes
autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales
(Cf. Catequesis 19-XI-2014).
15. Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en
un camino de santidad (…) tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea
posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida
(cf. Ga 5, 22-23) (…) En la Iglesia, santa y
compuesta de pecadores, encontrarás todo lo que necesitas para crecer hacia la
santidad.
16. Esta santidad a la que el Señor te llama irá
creciendo con pequeños gestos. Por ejemplo: una señora va al mercado a hacer
las compras, encuentra a una vecina y comienza a hablar, y vienen las críticas
(…) «No, no hablaré mal de nadie» (…) en casa, su hijo le pide conversar acerca
de sus fantasías, y aunque esté cansada se sienta a su lado y escucha (…) Luego
(…) toma el rosario y reza con fe (…) va por la calle, encuentra a un pobre y
se detiene a conversar con él con cariño.
Tu misión en Cristo
19. Para un cristiano no es posible pensar en la
propia misión en la tierra sin concebirla como un camino de santidad, porque
«esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1Ts 4, 3). Cada santo es una misión; es un
proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la
historia, un aspecto del Evangelio.
21. (…) En último término, es Cristo amando en
nosotros, porque (…) cada santo es un mensaje que el Espíritu Santo toma de la
riqueza de Jesucristo y regala a su pueblo.
22. (…) No todo lo que dice un santo es plenamente
fiel al Evangelio, no todo lo que hace es auténtico o perfecto. Lo que hay que
contemplar es el conjunto de su vida (…) que refleja algo de Jesucristo.
24. (…) Déjate transformar, déjate renovar por el
Espíritu, para que eso sea posible, y así tu preciosa misión no se malogrará.
El Señor la cumplirá también en medio de tus errores y malos momentos, con tal
que no abandones el camino del amor y estés siempre abierto a su acción
sobrenatural que purifica e ilumina.
La actividad que santifica
25. (…) Tu identificación con Cristo y sus deseos,
implica el empeño por construir, con él, ese reino de amor, justicia y paz para
todos. Cristo mismo quiere vivirlo contigo.
27. (…) Sin embargo, a veces tenemos la tentación de
relegar la entrega pastoral o el compromiso en el mundo a un lugar secundario,
como si fueran «distracciones».
28. Una tarea movida por la ansiedad, el orgullo, la
necesidad de aparecer y de dominar, ciertamente no será santificadora.
29. las constantes novedades de los recursos
tecnológicos, el atractivo de los viajes, las innumerables ofertas para el
consumo, a veces no dejan espacios vacíos donde resuene la voz de Dios (…) necesitamos
detener esa carrera frenética para recuperar un espacio personal (…) donde se
entabla el diálogo sincero con Dios.
31. (…) todos los momentos serán escalones en nuestro
camino de santificación.
Más vivos, más humanos
32. No tengas miedo de la santidad. No te quitará
fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario.
34. No tengas miedo de apuntar más alto, de dejarte
amar y liberar por Dios. No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu
Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu
debilidad con la fuerza de la gracia.
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