lunes, 9 de abril de 2018

ALEGRAOS Y REGOCIJAOS (1/5)



1. «Alegraos y regocijaos» (Mt 5, 12), dice Jesús (…) Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada.
2. (…) a cada uno de nosotros el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor» (Ef 1, 4).


CAPÍTULO PRIMERO
LA LLAMADA A LA SANTIDAD

DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA GAUDETE ET EXSULTATE (GE)
SOBRE AL LLAMADA A LA SANTIDAD 
EN EL MUNDO ACTUAL
19 de marzo, Solemnidad de San José, del año 2018.


Los santos que nos alientan y acompañan

3. En la carta a los Hebreos se mencionan distintos testimonios que nos animan a que «corramos, con constancia, en la carrera que nos toca» (12, 1) (…) nos alientan a no detenernos en el camino, nos estimulan a seguir caminando hacia la meta. Y entre ellos puede estar nuestra propia madre, una abuela u otras personas cercanas (cf. 2Tm 1, 5).

Los santos de la puerta de al lado

6. No pensemos solo en los ya beatificados o canonizados. El Espíritu Santo derrama santidad por todas partes, en el santo pueblo fiel de Dios.
7. Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo (…) es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros.
9. La santidad es el rostro más bello de la Iglesia. Pero aun fuera de la Iglesia Católica y en ámbitos muy diferentes, el Espíritu suscita «signos de su presencia, que ayudan a los mismos discípulos de Cristo».

El Señor llama

10. (…) el Señor hace a cada uno de nosotros, esa llamada que te dirige también a ti: «Sed santos, porque yo soy santo» (Lv 11, 45; cf. 1P 1, 16). El Concilio Vaticano II lo destacó con fuerza: «Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre» (LG, 11).
11. (…) que cada creyente discierna su propio camino (…) Todos estamos llamados a ser testigos, pero «existen muchas formas existenciales de testimonio» (Hans U. von Balthasar, “Teología y santidad”, en Communio 6 (1987), 489.).
12. (…) también se manifiesta en estilos femeninos de santidad, indispensables para reflejar la santidad de Dios en este mundo (…) recordar a tantas mujeres desconocidas u olvidadas quienes, cada una a su modo, han sostenido y transformado familias y comunidades con la potencia de su testimonio.

También para ti

14. (…) Todos estamos llamados a ser santos (…) ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales (Cf. Catequesis 19-XI-2014).
15. Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad (…) tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cf. Ga 5, 22-23) (…) En la Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontrarás todo lo que necesitas para crecer hacia la santidad.
16. Esta santidad a la que el Señor te llama irá creciendo con pequeños gestos. Por ejemplo: una señora va al mercado a hacer las compras, encuentra a una vecina y comienza a hablar, y vienen las críticas (…) «No, no hablaré mal de nadie» (…) en casa, su hijo le pide conversar acerca de sus fantasías, y aunque esté cansada se sienta a su lado y escucha (…) Luego (…) toma el rosario y reza con fe (…) va por la calle, encuentra a un pobre y se detiene a conversar con él con cariño.

Tu misión en Cristo

19. Para un cristiano no es posible pensar en la propia misión en la tierra sin concebirla como un camino de santidad, porque «esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1Ts 4, 3). Cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio.
21. (…) En último término, es Cristo amando en nosotros, porque (…) cada santo es un mensaje que el Espíritu Santo toma de la riqueza de Jesucristo y regala a su pueblo.
22. (…) No todo lo que dice un santo es plenamente fiel al Evangelio, no todo lo que hace es auténtico o perfecto. Lo que hay que contemplar es el conjunto de su vida (…) que refleja algo de Jesucristo.
24. (…) Déjate transformar, déjate renovar por el Espíritu, para que eso sea posible, y así tu preciosa misión no se malogrará. El Señor la cumplirá también en medio de tus errores y malos momentos, con tal que no abandones el camino del amor y estés siempre abierto a su acción sobrenatural que purifica e ilumina.

La actividad que santifica

25. (…) Tu identificación con Cristo y sus deseos, implica el empeño por construir, con él, ese reino de amor, justicia y paz para todos. Cristo mismo quiere vivirlo contigo.
27. (…) Sin embargo, a veces tenemos la tentación de relegar la entrega pastoral o el compromiso en el mundo a un lugar secundario, como si fueran «distracciones».
28. Una tarea movida por la ansiedad, el orgullo, la necesidad de aparecer y de dominar, ciertamente no será santificadora.
29. las constantes novedades de los recursos tecnológicos, el atractivo de los viajes, las innumerables ofertas para el consumo, a veces no dejan espacios vacíos donde resuene la voz de Dios (…) necesitamos detener esa carrera frenética para recuperar un espacio personal (…) donde se entabla el diálogo sincero con Dios.
31. (…) todos los momentos serán escalones en nuestro camino de santificación.

Más vivos, más humanos

32. No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario.
34. No tengas miedo de apuntar más alto, de dejarte amar y liberar por Dios. No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia.

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