sábado, 9 de abril de 2016

LA ALEGRÍA DEL AMOR - 2/4

SOBRE EL AMOR EN LA FAMILIA (2)

Resumen literal de los cap 3 a 5 de la
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL AMORIS LAETITIA,
Francisco, 19 marzo 2016


Capítulo tercero
LA MIRADA PUESTA EN JESÚS: VOCACIÓN DE LA FAMILIA


58. Ante las familias, y en medio de ellas, debe volver a resonar siempre el primer anuncio, que es «lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario».

59. Nuestra enseñanza sobre el matrimonio y la familia no puede dejar de inspirarse y de transfigurarse a la luz de este anuncio de amor y de ternura, para no convertirse en una mera defensa de una doctrina fría y sin vida.

61. (…) El matrimonio es un «don» del Señor (cf. 1Co 7,7) (…) Ese regalo de Dios incluye la sexualidad: «No os privéis uno del otro» (1Co 7,5).

62. (…) La indisolubilidad del matrimonio —“lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (Mt 19,6)— no hay que entenderla ante todo como un “yugo” impuesto a los hombres sino como un “don” hecho a las personas unidas en matrimonio.

63. Jesús, que reconcilió cada cosa en sí misma, volvió a llevar el matrimonio y la familia a su forma original (cf. Mc 10,1-12) … restaurados a imagen de la Santísima Trinidad, misterio del que brota todo amor verdadero.

66. (…) Enseñe Nazaret lo que es la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; enseñe lo dulce e insustituible que es su pedagogía; enseñe lo fundamental e insuperable de su sociología” (Pablo VI, Discurso en Nazaret, 5 enero 1964).

67. El Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et spes (…) Definió el matrimonio como comunidad de vida y de amor (cf. 48), poniendo el amor en el centro de la familia (...) El “verdadero amor entre marido y mujer” (49) implica la entrega mutua, incluye e integra la dimensión sexual y la afectividad, conforme al designio divino (cf. 48-49).

68. (…) el beato Pablo VI (…) con la Encíclica Humanae vitae, puso de relieve el vínculo íntimo entre amor conyugal y procreación: “El ejercicio responsable de la paternidad exige, por tanto, que los cónyuges reconozcan plenamente sus propios deberes para con Dios, para consigo mismos, para con la familia y la sociedad, en una justa jerarquía de valores” (10).

69. «San Juan Pablo II (…) mediante sus catequesis sobre el amor humano, la Carta a las familiasGratissimam sane y sobre todo con la Exhortación apostólica Familiaris consortio (…) ofreció una visión de conjunto sobre la vocación al amor del hombre y la mujer; propuso las líneas fundamentales para la pastoral de la familia y para la presencia de la familia en la sociedad.

70. «Benedicto XVI, en la Encíclica Deus caritas est, retomó el tema de la verdad del amor entre hombre y mujer (…) Además, en la Encíclica Caritas in veritate, pone de relieve la importancia del amor como principio de vida en la sociedad (cf. n. 44).

72. El sacramento del matrimonio no es una convención social, un rito vacío o el mero signo externo de un compromiso (…) es un don para la santificación y la salvación de los esposos (…) El matrimonio es una vocación (…) Por lo tanto, la decisión de casarse y de crear una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional.

74. La unión sexual, vivida de modo humano y santificada por el sacramento, es a su vez camino de crecimiento en la vida de la gracia para los esposos.

77. Asumiendo la enseñanza bíblica (…) los Padres sinodales recordaron que (…) Fuera del verdadero matrimonio natural también hay elementos positivos en las formas matrimoniales de otras tradiciones religiosas», aunque tampoco falten las sombras.

79. «Frente a situaciones difíciles y familias heridas, siempre es necesario recordar un principio general: “Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones” (Familiaris consortio, 84).

83. (…) no puedo dejar de decir que, si la familia es el santuario de la vida, el lugar donde la vida es engendrada y cuidada, constituye una contradicción lacerante que se convierta en el lugar donde la vida es negada y destrozada.

87. La Iglesia es familia de familias (…) la Iglesia es un bien para la familia, la familia es un bien para la Iglesia.

Capítulo cuarto
EL AMOR EN EL MATRIMONIO

89. (…) no podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si no estimulamos el crecimiento, la consolidación y la profundización del amor conyugal y familiar. En efecto, la gracia del sacramento del matrimonio está destinada ante todo «a perfeccionar el amor de los cónyuges».

92. Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos.

98. (…) A veces ocurre (que) los supuestamente más adelantados dentro de su familia, se vuelven arrogantes e insoportables (…) para poder comprender, disculpar o servir a los demás de corazón, es indispensable sanar el orgullo y cultivar la humildad.

99. (…) Ser amable no es un estilo que un cristiano puede elegir o rechazar. Como parte de las exigencias irrenunciables del amor, «todo ser humano está obligado a ser afable con los que lo rodean».

104. El Evangelio invita más bien a mirar la viga en el propio ojo (cf. Mt 7,5), y los cristianos no podemos ignorar la constante invitación de la Palabra de Dios a no alimentar la ira (…) nunca hay que terminar el día sin hacer las paces (…) Basta una caricia, sin palabras.

113. Los esposos que se aman y se pertenecen, hablan bien el uno del otro, intentan mostrar el lado bueno del cónyuge más allá de sus debilidades y errores. En todo caso, guardan silencio para no dañar su imagen. Pero no es sólo un gesto externo, sino que brota de una actitud interna.

122. (…) no hay que arrojar sobre dos personas limitadas el tremendo peso de tener que reproducir de manera perfecta la unión que existe entre Cristo y su Iglesia, porque el matrimonio como signo implica «un proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios».

128. La experiencia estética del amor se expresa en esa mirada que contempla al otro (…) que valora tiene una enorme importancia, y retacearla suele hacer daño.

136. El diálogo es una forma privilegiada e indispensable de vivir, expresar y madurar el amor en la vida matrimonial y familiar (…) El modo de preguntar, la forma de responder, el tono utilizado, el momento y muchos factores más, pueden condicionar la comunicación.

137. Darse tiempo (…) escuchar con paciencia y atención (…) no empezar a hablar antes del momento adecuado (…) hacer un silencio interior para escuchar sin ruidos en el corazón o en la mente: despojarse de toda prisa, dejar a un lado las propias necesidades y urgencias, hacer espacio.

139. Amplitud mental, para no encerrarse con obsesión en unas pocas ideas, y flexibilidad para poder modificar o completar las propias opiniones (…) La unidad a la que hay que aspirar no es uniformidad, sino una «unidad en la diversidad», o una «diversidad reconciliada».

143. Deseos, sentimientos, emociones, eso que los clásicos llamaban «pasiones», tienen un lugar importante en el matrimonio (…) esta tendencia tiene siempre señales afectivas básicas (…) Son el presupuesto de la actividad psicológica más elemental. El ser humano es un viviente de esta tierra, y todo lo que hace y busca está cargado de pasiones.

150. (…) San Juan Pablo II rechazó que la enseñanza de la Iglesia lleve a «una negación del valor del sexo humano», o que simplemente lo tolere «por la necesidad misma de la procreación».

164. En la historia de un matrimonio, la apariencia física cambia, pero esto no es razón para que la atracción amorosa se debilite (…) el cónyuge enamorado sigue siendo capaz de percibirla (la belleza) con el instinto del amor, y el cariño no desaparece.

Capítulo quinto
AMOR QUE SE VUELVE FECUNDO

165. El amor siempre da vida. Por eso, el amor conyugal «no se agota dentro de la pareja.

166. La familia es el ámbito no sólo de la generación sino de la acogida de la vida que llega como regalo de Dios (…) los hijos son amados antes de que lleguen.

167. Las familias numerosas son una alegría para la Iglesia (…) Esto no implica olvidar una sana advertencia de san Juan Pablo II, cuando explicaba que la paternidad responsable no es «procreación ilimitada o falta de conciencia (…) teniendo en cuenta tanto las realidades sociales y demográficas, como su propia situación y sus deseos legítimos».

178. Muchas parejas de esposos no pueden tener hijos. Sabemos lo mucho que se sufre por ello (…) el matrimonio, como amistad y comunión de la vida toda, sigue existiendo y conserva su valor e indisolubilidad».

187. El pequeño núcleo familiar no debería aislarse de la familia ampliada, donde están los padres, los tíos, los primos, e incluso los vecinos. 


198. Finalmente, no se puede olvidar que en esta familia grande están también el suegro, la suegra y todos los parientes del cónyuge. Una delicadeza propia del amor consiste en evitar verlos como competidores, como seres peligrosos, como invasores. 

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