Resumen
literal de los cap. 1 y 2 de la
EXHORTACIÓN
APOSTÓLICA POSTSINODAL AMORIS LAETITIA,
Francisco, 19 marzo 2016
Capítulo primero
A LA LUZ DE LA PALABRA
A LA LUZ DE LA PALABRA
1. La alegría del amor que se vive en las familias es también el
júbilo de la Iglesia. Como han indicado los Padres sinodales (…) «el anuncio
cristiano relativo a la familia es verdaderamente una buena noticia».
2. El camino sinodal permitió poner sobre la mesa la situación de las
familias en el mundo actual, ampliar nuestra mirada y reavivar nuestra
conciencia sobre la importancia del matrimonio y la familia. Al mismo tiempo,
la complejidad de los temas planteados nos mostró la necesidad de seguir
profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales, morales,
espirituales y pastorales.
3. (…) quiero reafirmar que no todas las discusiones doctrinales, morales
o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales.
Naturalmente, en la Iglesia es necesaria una unidad de doctrina y de praxis,
pero ello no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos
aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella. Esto
sucederá hasta que el Espíritu nos lleve a la verdad completa (cf. Jn 16,13).
4. (…) El conjunto de las intervenciones de los Padres, que
escuché con constante atención, me ha parecido un precioso poliedro, conformado
por muchas legítimas preocupaciones y por preguntas honestas y sinceras.
5. Esta Exhortación adquiere un sentido especial en el contexto de este
Año Jubilar de la Misericordia. En primer lugar, porque la entiendo como una
propuesta para las familias cristianas, que las estimule a valorar los dones
del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores
como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia. En segundo
lugar, porque procura alentar a todos para que sean signos de misericordia y
cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se
desarrolla con paz y gozo.
22. (…) podemos comprobar que la Palabra de Dios no se muestra como una
secuencia de tesis abstractas, sino como una compañera de viaje también para
las familias que están en crisis o en medio de algún dolor, y les muestra la
meta del camino, cuando Dios «enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá
muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor» (Ap 21,4).
27. Cristo ha introducido como emblema de sus discípulos sobre todo la ley
del amor y del don de sí a los demás (cf. Mt 22,39; Jn13,34),
28. En el horizonte del amor, central en la experiencia cristiana del
matrimonio y de la familia, se destaca también otra virtud, algo ignorada en
estos tiempos de relaciones frenéticas y superficiales: la ternura.
Capítulo segundo
REALIDAD Y DESAFÍOS DE LAS FAMILIAS
REALIDAD Y DESAFÍOS DE LAS FAMILIAS
31. El bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la
Iglesia (…) Es sano prestar atención a la realidad concreta, porque «las
exigencias y llamadas del Espíritu Santo resuenan también en los
acontecimientos mismos de la historia», a través de los cuales «la Iglesia
puede ser guiada a una comprensión más profunda del inagotable misterio del
matrimonio y de la familia».
34. (…) hoy es fácil confundir la genuina libertad con la idea de que cada
uno juzga como le parece, como si más allá de los individuos no hubiera
verdades, valores, principios que nos orienten, como si todo fuera igual y
cualquier cosa debiera permitirse.
36. (…) tenemos que ser humildes y realistas, para reconocer que a veces
nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a
las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos, por lo cual nos
corresponde una saludable reacción de autocrítica. Por otra parte, con
frecuencia presentamos el matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el
llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, quedó opacado por un
acento casi excluyente en el deber de la procreación.
37. Durante mucho tiempo creímos que con sólo insistir en cuestiones
doctrinales, bioéticas y morales, sin motivar la apertura a la gracia, ya
sosteníamos suficientemente a las familias, consolidábamos el vínculo de los
esposos y llenábamos de sentido sus vidas compartidas. Tenemos dificultad para
presentar al matrimonio más como un camino dinámico de desarrollo y realización
que como un peso a soportar toda la vida. También nos cuesta dejar espacio a la
conciencia de los fieles, que muchas veces responden lo mejor posible al
Evangelio en medio de sus límites y pueden desarrollar su propio discernimiento
ante situaciones donde se rompen todos los esquemas. Estamos llamados a formar
las conciencias, pero no a pretender sustituirlas.
38.
(…) muchas veces hemos actuado a la defensiva, y
gastamos las energías pastorales redoblando el ataque al mundo decadente, con
poca capacidad proactiva para mostrar caminos de felicidad. Muchos no sienten
que el mensaje de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia haya sido un
claro reflejo de la predicación y de las actitudes de Jesús que, al mismo
tiempo que proponía un ideal exigente, nunca perdía la cercanía compasiva con
los frágiles, como la samaritana o la mujer adúltera.
54. (…) deseo resaltar que, aunque hubo notables mejoras en el
reconocimiento de los derechos de la mujer y en su participación en el espacio
público, todavía hay mucho que avanzar en algunos países. No se terminan de
erradicar costumbres inaceptables. Destaco la vergonzosa violencia que a veces
se ejerce sobre las mujeres, el maltrato familiar y distintas formas de
esclavitud que no constituyen una muestra de fuerza masculina sino una cobarde
degradación (…) La historia lleva las huellas de los excesos de las culturas
patriarcales, donde la mujer era considerada de segunda clase, pero recordemos
también el alquiler de vientres o «la instrumentalización y mercantilización
del cuerpo femenino en la actual cultura mediática.
57. Doy gracias a Dios porque muchas familias, que están lejos de
considerarse perfectas, viven en el amor, realizan su vocación y siguen
adelante, aunque caigan muchas veces a lo largo del camino (…) No caigamos en
la trampa de desgastarnos en lamentos autodefensivos, en lugar de despertar una
creatividad misionera. En todas las situaciones, «la Iglesia siente la
necesidad de decir una palabra de verdad y de esperanza [...] Los grandes
valores del matrimonio y de la familia cristiana corresponden a la búsqueda que
impregna la existencia humana».
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