Resumen literal de la 2ª
parte del cap 2º: EL
EVANGELIO DE LA CREACIÓN, nn 84 a
100, de la encíclica “Alabado
sea”. Papa Francisco, 24 mayo 2015, solemnidad de Pentecostés.
IV. El mensaje de cada criatura en
la armonía de todo lo creado (84 - 88)
V. Una comunión universal (89 – 92)
VI. Destino común de los bienes
(93-95)
VII. La mirada de Jesús (96 – 100)
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85. (…) Esta contemplación de lo creado nos permite
descubrir a través de cada cosa alguna enseñanza que Dios nos quiere
transmitir.
86. El conjunto del universo, con sus múltiples
relaciones, muestra mejor la inagotable riqueza de Dios (…) enseña el Catecismo:
«La interdependencia de las criaturas es querida por Dios. El sol y la luna, el
cedro y la florecilla, el águila y el gorrión, las innumerables diversidades y
desigualdades significan que ninguna criatura se basta a sí misma, que no
existen sino en dependencia unas de otras, para complementarse y servirse
mutuamente» (CEC 340).
87. (...) el corazón experimenta el deseo de adorar al Señor
por todas sus criaturas y junto con ellas, como se expresa en el precioso himno
de san Francisco de Asís: «Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas…
88. Los Obispos de Brasil han remarcado que toda la
naturaleza, además de manifestar a Dios, es lugar de su presencia. En cada
criatura habita su Espíritu vivificante.
89. (…) todos los
seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una
especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto
sagrado, cariñoso y humilde.
90. Esto no significa igualar a todos los seres vivos
y quitarle al ser humano ese valor peculiar que implica al mismo tiempo una
tremenda responsabilidad. Tampoco supone una divinización de la tierra (…) A
veces se advierte una obsesión por negar toda preeminencia a la persona humana,
y se lleva adelante una lucha por otras especies que no desarrollamos para
defender la igual dignidad entre los seres humanos.
93. Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en
que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben
beneficiar a todos (…) El principio de la subordinación de la propiedad privada
al destino universal de los bienes y, por tanto, el derecho universal a su uso
es una «regla de oro» del comportamiento social y el «primer principio de todo
el ordenamiento ético-social» (…) La tradición cristiana nunca reconoció como
absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función
social de cualquier forma de propiedad privada. San Juan Pablo II recordó con
mucho énfasis esta doctrina,
95. (…) Quien se apropia algo es sólo para administrarlo
en bien de todos (…) Por eso, los Obispos de Nueva Zelanda se preguntaron qué
significa el mandamiento «no matarás» cuando «un veinte por ciento de la
población mundial consume recursos en tal medida que roba a las naciones pobres
y a las futuras generaciones lo que necesitan para sobrevivir».
96. Jesús (…) invitaba a reconocer la relación paterna
que Dios tiene con todas las criaturas, y les recordaba con una conmovedora
ternura cómo cada una de ellas es importante a sus ojos.
97. El Señor podía invitar a otros a estar atentos a
la belleza que hay en el mundo porque él mismo estaba en contacto permanente
con la naturaleza y le prestaba una atención llena de cariño y asombro.
98. (…) No aparecía como un asceta separado del mundo
o enemigo de las cosas agradables de la vida (…) Estaba lejos de las filosofías
que despreciaban el cuerpo, la materia y las cosas de este mundo. Sin embargo,
esos dualismos malsanos llegaron a tener una importante influencia en algunos
pensadores cristianos a lo largo de la historia y desfiguraron el Evangelio.
99. (…) Desde el inicio del mundo, pero de modo
peculiar a partir de la encarnación, el misterio de Cristo opera de manera oculta
en el conjunto de la realidad natural, sin por ello afectar su autonomía.
100. El Nuevo Testamento nos habla del Jesús (…) resucitado
y glorioso, presente en toda la creación con su señorío universal (…) las
criaturas de este mundo ya no se nos presentan como una realidad meramente
natural, porque el Resucitado las envuelve misteriosamente y las orienta a un
destino de plenitud. Las mismas flores del campo y las aves que él contempló
admirado con sus ojos humanos, ahora están llenas de su presencia luminosa.
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