Resumen
literal de la Introducción (nn 1-18) de la Exhortación apostólica del 24-XI-2013
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I.
La alegría que se renueva y se comunica
II.
la dulce y confortada alegría de evangelizar
III.
la nueva evangelización para la transmisión de la fe
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1. La
alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se
encuentran con Jesús (…) En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles
cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa
alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.
2. El gran riesgo
del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una
tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda
enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada.
Cuando
la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para
los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se
goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el
bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente.
Muchos
caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es
la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros,
ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.
3. Invito a
cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar
ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la
decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso.
No
hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie
queda excluido de la alegría reportada por el Señor». Al que arriesga, el Señor
no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que
Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos.
(…)
Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra
vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e
inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una
ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría.
No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo
que pase.
6. Hay
cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco
que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias
de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al
menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente
amado, más allá de todo.
7. La
tentación aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si
debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegría (…) los
gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de
personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse. También recuerdo la
genuina alegría de aquellos que, aun en medio de grandes compromisos profesionales,
han sabido conservar un corazón creyente, desprendido y sencillo.
8. Sólo
gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte
en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la
autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que
humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos
para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción
evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido
de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?
10. (…)
Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a
los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal (…) un
evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y
acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar,
incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual —que
busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena
Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o
ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor
de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo».
11. Un
anuncio renovado ofrece a los creyentes, también a los tibios o no
practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora.
Él hace a
sus fieles siempre nuevos; aunque sean ancianos, «les renovará el vigor,
subirán con alas como de águila, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse»
(Is 40,31) (…) Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en
los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad
divina.
12. (…) En
cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios, que quiso llamarnos
a colaborar con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu (…) Él inspira
(…) Él provoca (…) Él orienta y acompaña de mil maneras.
13. Tampoco
deberíamos entender la novedad de esta misión como un desarraigo, como un
olvido de la historia viva que nos acoge y nos lanza hacia adelante (…) La
alegría evangelizadora siempre brilla sobre el trasfondo de la memoria
agradecida: es una gracia que necesitamos pedir.
14. En la
escucha del Espíritu, que nos ayuda a reconocer comunitariamente los signos de
los tiempos, del 7 al 28 de octubre de 2012 se celebró la XIII Asamblea General
Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema La nueva evangelización
para la transmisión de la fe cristiana. Allí se recordó que la nueva
evangelización convoca a todos y se realiza fundamentalmente en tres ámbitos
En
primer lugar, mencionemos el ámbito de la pastoral ordinaria, «animada
por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que
regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para
nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna». También se incluyen en este
ámbito los fieles que conservan una fe católica intensa y sincera, expresándola
de diversas maneras, aunque no participen frecuentemente del culto.
En segundo lugar, recordemos el
ámbito de «las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo»,
no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo
de la fe. La Iglesia, como madre siempre atenta, se empeña para que vivan una
conversión que les devuelva la alegría de la fe y el deseo de comprometerse con
el Evangelio.
Finalmente,
remarquemos que la evangelización está esencialmente conectada con la
proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o
siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios secretamente,
movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición
cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio.
16. (…) No es
conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el
discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En
este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable
«descentralización».
17. Aquí he
optado por proponer algunas líneas que puedan alentar y orientar en toda la
Iglesia una nueva etapa evangelizadora, llena de fervor y dinamismo. Dentro de
ese marco, y en base a la doctrina de la Constitución dogmática Lumen
gentium, decidí, entre otros temas, detenerme largamente en las siguientes
cuestiones:
a) La reforma
de la Iglesia en salida misionera.
b) Las
tentaciones de los agentes pastorales.
c) La Iglesia
entendida como la totalidad del Pueblo de Dios que evangeliza.
d) La homilía y
su preparación.
e) La inclusión
social de los pobres.
f) La paz y el
diálogo social.
g) Las
motivaciones espirituales para la tarea misionera.
18. Me
extendí en esos temas con un desarrollo que quizá podrá pareceros excesivo.
Pero no lo hice con la intención de ofrecer un tratado, sino sólo para mostrar
la importante incidencia práctica de esos asuntos en la tarea actual de la
Iglesia.
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