Del culto a la Santísima Virgen María
Resumen literal de la Exhortación Apostólica MARIALIS
CULTUS PABLO VI (2 febrero 1974).
Desde
que fuimos elegidos a la Cátedra de Pedro, hemos puesto constante cuidado en
incrementar el culto mariano, no sólo con el deseo de interpretar el sentir de
la Iglesia y nuestro impulso personal, sino también porque tal culto —como es
sabido— encaja como parte nobilísima en el contexto de aquel culto sagrado
donde confluyen el culmen de la sabiduría y el vértice de la religión y que por
lo mismo constituye un deber primario del pueblo de Dios.
El
desarrollo… de la devoción a la Santísima Virgen… que "justa y
merecidamente" se llama "cristiano" —porque en Cristo tiene su
origen y eficacia, en Cristo halla plena expresión y por medio de Cristo
conduce en el Espíritu al Padre—, es un elemento cualificador de la genuina
piedad de la Iglesia.
La
reflexión de la Iglesia contemporánea sobre el misterio de Cristo y sobre su
propia naturaleza la ha llevado a encontrar, como raíz del primero y como
coronación de la segunda, la misma figura de mujer: la Virgen María, Madre
precisamente de Cristo y Madre de la Iglesia. Un mejor conocimiento de la
misión de María, se ha transformado en gozosa veneración hacia Ella y en
adorante respeto hacia el sabio designio de Dios, que ha colocado en su Familia
-la Iglesia-, como en todo hogar doméstico, la figura de una Mujer, que
calladamente y en espíritu de servicio vela por ella y "protege
benignamente su camino hacia la patria, hasta que llegue el día glorioso del
Señor".
La
reforma de la Liturgia romana… ha permitido incluir de manera más orgánica y
con más estrecha cohesión la memoria de la Madre dentro del ciclo anual de los misterios
del Hijo.
Así,
durante el tiempo de Adviento… sobre todos los días feriales del 17 al 24 de
diciembre y, más concretamente, el domingo anterior a la Navidad... El tiempo
de Navidad… prolongada memoria de la maternidad divina, virginal, salvífica de
Aquella "cuya virginidad intacta dio a este mundo un Salvador".
Para
la solemnidad de la Encarnación del Verbo, en el Calendario Romano, con
decisión motivada, se ha restablecido la antigua denominación —Anunciación del
Señor—, pero la celebración era y es una fiesta conjunta de Cristo y de la
Virgen: el Verbo que se hace "hijo de María" (Mc 6, 3), de la
Virgen que se convierte en Madre de Dios.
La
solemnidad del 15 de agosto celebra la gloriosa Asunción de María al cielo:
fiesta de su destino de plenitud y de bienaventuranza, de la glorificación de
su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, de su perfecta configuración con
Cristo resucitado; una fiesta que propone a la Iglesia y a la humanidad la
imagen y la consoladora prenda del cumplimiento de la esperanza final.
(…)
Deseamos subrayarlo: el culto que la Iglesia universal rinde hoy a la Santísima
Virgen es una derivación, una prolongación y un incremento incesante del culto
que la Iglesia de todos los tiempos le ha tributado…
La
ejemplaridad de la Santísima Virgen… dimana del hecho que Ella es reconocida
como modelo extraordinario de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y
de la perfecta unión con Cristo.
María es la "Virgen oyente", que acoge con
fe la palabra de Dios…
María es, asimismo, la "Virgen orante" (…)
Es el "Magnificat"(cf. Lc 1, 46-55), la oración por excelencia
de María, el canto de los tiempos mesiánicos, en el que confluyen la exultación
del antiguo y del nuevo Israel…
"Virgen orante" aparece María en Caná,
donde, manifestando al Hijo con delicada súplica una necesidad temporal,
obtiene además un efecto de la gracia: que Jesús, realizando el primero de sus
"signos", confirme a sus discípulos en la fe en Él (cf. Jn 2,
1-12).
Finalmente,
María es la "Virgen oferente"… la misma Iglesia, sobre todo a partir
de los siglos de la Edad Media, ha percibido en el corazón de la Virgen que
lleva al Niño a Jerusalén para presentarlo al Señor (cf. Lc 2, 22), una
voluntad de oblación que trascendía el significado ordinario del rito…
Esta
unión de la Madre con el Hijo en la obra de la redención alcanza su culminación
en el calvario, donde Cristo "a si mismo se ofreció inmaculado a
Dios" (Heb 9, 14) y donde María estuvo junto a la cruz (cf. Jn
19, 15) "sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con ánimo
materno a su sacrificio, adhiriéndose con ánimo materno a su sacrificio,
adhiriéndose amorosamente a la inmolación de la Víctima por Ella
engendrada" y ofreciéndola Ella misma al Padre Eterno.
(…)
María es, sobre todo, modelo… en hacer de la propia vida una ofrenda a Dios:
doctrina antigua, perenne, que cada uno puede volver a escuchar… con el oído
atento a la voz de la Virgen cuando Ella, anticipando en sí misma la estupenda
petición de la oración dominical "Hágase tu voluntad" (Mt
6, 10), respondió al mensajero de Dios: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc
1, 38). Y el "sí" de María es para todos los cristianos una lección y
un ejemplo para convertir la obediencia a la voluntad del Padre, en camino y en
medio de santificación propia.
(…)
El mismo Concilio Vaticano II exhorta a promover, junto al culto litúrgico,
otras formas de piedad, sobre todo las recomendadas por el Magisterio… formas
diversas según las circunstancias de lugar y tiempo, la distinta sensibilidad
de los pueblos y su diferente tradición cultural.
Ante
todo, es sumamente conveniente que los ejercicios de piedad a la Virgen María
expresen claramente la nota trinitaria y cristológica que les es intrínseca y
esencial… nos parece útil añadir una llamada a la oportunidad de que se dé
adecuado relieve a uno de los contenidos esenciales de la fe: la Persona y la
obra del Espíritu Santo (…) El Concilio ha dicho que hay que armonizar los
ejercicios piadosos con la liturgia, no suprimirlos.
Por
su carácter eclesial, en el culto a la Virgen se reflejan las preocupaciones de
la Iglesia misma, entre las cuales sobresale en nuestros días el anhelo por el
restablecimiento de la unidad de los cristianos (…) Somos conscientes de que
existen no leves discordias entre el pensamiento de muchos hermanos de otras
Iglesias y comunidades eclesiales y la doctrina católica "en torno a la
función de María en la obra de la salvación" y, por tanto, sobre el culto
que le es debido. Sin embargo, como el mismo poder del Altísimo que cubrió con
su sombra a la Virgen de Nazaret (cf. Lc 1, 35) actúa en el actual
movimiento ecuménico y lo fecunda, deseamos expresar nuestra confianza en que
la veneración a la humilde Esclava del Señor, en la que el Omnipotente obró
maravillas (cf. Lc 1, 49), será, aunque lentamente, no obstáculo sino
medio y punto de encuentro para la unión de todos los creyentes en Cristo.
Se
observa… que es difícil encuadrar la imagen de la Virgen, tal como es
presentada por cierta literatura devocional, en las condiciones de vida de la
sociedad contemporánea y en particular de las condiciones de la mujer (…) La
figura de la Virgen no defrauda esperanza alguna profunda de los hombres de
nuestro tiempo y les ofrece el modelo perfecto del discípulo del Señor: artífice
de la ciudad terrena y temporal, pero peregrino diligente hacia la celeste y
eterna; promotor de la justicia que libera al oprimido y de la caridad que
socorre al necesitado, pero sobre todo testigo activo del amor que edifica a
Cristo en los corazones.
El
Concilio Vaticano II ha denunciado ya de manera autorizada, sea la exageración
de contenidos o de formas que llegan a falsear la doctrina, sea la estrechez de
mente que oscurece la figura y la misión de María; ha denunciado también… la
vana credulidad que sustituye el empeño serio con la fácil aplicación a
prácticas externas solamente; el estéril y pasajero movimiento del sentimiento,
tan ajeno al estilo del Evangelio que exige obras perseverantes y activas.
Nuestra
palabra sobre el "Angelus" quiere ser solamente una simple pero viva
exhortación a mantener su rezo acostumbrado, donde y cuando sea posible. El
"Angelus" no tiene necesidad de restauración… a distancia de siglos
conserva inalterado su valor e intacto su frescor.
(…)
Deseamos ahora, queridos hermanos, detenernos un poco sobre la renovación del
piadoso ejercicio que ha sido llamado "compendio de todo el
Evangelio"… el Rosario considera en armónica sucesión los principales
acontecimientos salvíficos que se han cumplido en Cristo…
Se
ha sentido también con mayor urgencia la necesidad de recalcar… la importancia
de… la contemplación. Sin ésta el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre
el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir
la advertencia de Jesús: "cuando oréis no seáis charlatanes como los
paganos que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad" (Mt
6,7).
La
piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del
culto cristiano. La veneración que la Iglesia ha dado a la Madre del Señor en
todo tiempo y lugar -desde la bendición de Isabel (cf. Lc. 1, 42-45)
hasta las expresiones de alabanza y súplica de nuestro tiempo- constituye un
sólido testimonio de su "lex orandi" y una invitación a reavivar en
las conciencias su "lex credendi". Viceversa: la "lex
credendi" de la Iglesia requiere que por todas partes florezca lozana su
"lex orandi" en relación con la Madre de Cristo.
La misión maternal de la Virgen empuja al Pueblo de
Dios a dirigirse con filial confianza a Aquella que está siempre dispuesta a
acogerlo con afecto de madre y con eficaz ayuda de auxiliadora; por eso el
Pueblo de Dios la invoca como Consoladora de los afligidos, Salud de los
enfermos, Refugio de los pecadores, para obtener consuelo en la tribulación,
alivio en la enfermedad, fuerza liberadora en el pecado; porque Ella, la libre
de todo pecado, conduce a sus hijos a esto: a vencer con enérgica determinación
el pecado. Y, hay que afirmarlo nuevamente, dicha liberación del pecado es la
condición necesaria para toda renovación de las costumbres cristianas.
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