Encíclica sobre la fraternidad y la amistad social
del Papa Francisco, 4 octubre 2020
Resumen literal de los cap 6º y 7º
Capítulo sexto
DIÁLOGO Y AMISTAD SOCIAL
198.
Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse,
buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo “dialogar”. Para
encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar.
199. Algunos tratan de huir de la realidad refugiándose
en mundos privados, y otros la enfrentan con violencia destructiva, pero (…)
siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones,
el diálogo en el pueblo, porque todos somos pueblo, la capacidad de dar y
recibir, permaneciendo abiertos a la verdad.
200. Se suele confundir el diálogo con algo muy
diferente: un febril intercambio de opiniones en las redes sociales, muchas
veces orientado por información mediática no siempre confiable. Son sólo
monólogos que proceden paralelos, quizás imponiéndose a la atención de los
demás por sus tonos altos o agresivos.
203. El auténtico diálogo social supone la capacidad de
respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre
algunas convicciones o intereses legítimos.
204. Hoy existe la convicción
de que, además de los desarrollos científicos especializados, es necesaria la
comunicación entre disciplinas, puesto que la realidad es una, aunque pueda ser
abordada desde distintas perspectivas y con diferentes metodologías.
206. El relativismo no es la solución. Envuelto detrás de
una supuesta tolerancia, termina facilitando que los valores morales sean
interpretados por los poderosos según las conveniencias del momento.
208. Hay que acostumbrarse a desenmascarar las diversas
maneras de manoseo, desfiguración y ocultamiento de la verdad en los ámbitos
públicos y privados. Lo que llamamos “verdad” no es sólo la difusión de hechos
que realiza el periodismo.
211. En una sociedad pluralista, el diálogo es el camino
más adecuado para llegar a reconocer aquello que debe ser siempre afirmado y
respetado, y que está más allá del consenso circunstancial.
215. La vida es el arte del encuentro (…) un estilo de
vida tendiente a conformar ese poliedro que tiene muchas facetas, (…) representa
una sociedad donde las diferencias conviven complementándose, enriqueciéndose e
iluminándose recíprocamente, aunque esto implique discusiones y prevenciones.
224. La amabilidad es una liberación de la crueldad (…)
Hoy no suele haber ni tiempo ni energías disponibles para detenerse a tratar
bien a los demás, a decir “permiso”, “perdón”, “gracias”.
Capítulo séptimo
CAMINOS DE REENCUENTRO
225. En
muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las
heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de
sanación y de reencuentro con ingenio y audacia.
232. No hay punto final en la construcción de la paz
social de un país, sino que es «una tarea que no da tregua y que exige el
compromiso de todos (…) Las manifestaciones públicas violentas, de un lado o de
otro, no ayudan a encontrar caminos de salida. Sobre todo porque (…) no siempre
aparecen claros sus orígenes y objetivos, hay ciertas formas de manipulación
política y se han percibido apropiaciones a favor de intereses particulares.
239. (…) las comunidades primitivas, inmersas en un mundo
pagano desbordado de corrupción y desviaciones, vivían un sentido de paciencia,
tolerancia, comprensión. Algunos textos son muy claros al respecto: se invita a
reprender a los adversarios con dulzura (cf. 2Tim 2, 25). O se exhorta: «Que
no injurien a nadie ni sean agresivos, sino amables, demostrando una gran
humildad con todo el mundo» (Tit
3, 2-3).
241. No se trata de proponer un perdón renunciando a los
propios derechos ante un poderoso corrupto, ante un criminal o ante alguien que
degrada nuestra dignidad. Estamos llamados a amar a todos, sin excepción, pero
amar a un opresor no es consentir que siga siendo así; tampoco es hacerle
pensar que lo que él hace es aceptable.
244. Cuando los conflictos no se resuelven sino que se esconden
o se entierran en el pasado, hay silencios que pueden significar volverse
cómplices de graves errores y pecados. Pero la verdadera reconciliación no
escapa del conflicto sino que se logra en el conflicto, superándolo a
través del diálogo y de la negociación transparente, sincera y paciente.
247. La Shoah no debe ser olvidada.
248. No deben olvidarse los bombardeos atómicos a
Hiroshima y Nagasaki (…) Tampoco deben olvidarse las persecuciones, el tráfico
de esclavos y las matanzas étnicas que ocurrieron y ocurren en diversos países,
y tantos otros hechos históricos que nos avergüenzan de ser humanos. Deben ser
recordados siempre, una y otra vez, sin cansarnos ni anestesiarnos.
253. Cuando hubo injusticias mutuas, cabe reconocer con
claridad que pueden no haber tenido la misma gravedad o que no sean
comparables. La violencia ejercida desde las estructuras y el poder del Estado
no está en el mismo nivel de la violencia de grupos particulares. De todos
modos, no se puede pretender que sólo se recuerden los sufrimientos injustos de
una sola de las partes (…) No puede haber aquí diferencias raciales,
confesionales, nacionales o políticas.
261. Toda guerra deja al mundo peor que como lo había
encontrado. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una
claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal.
269. Recordemos que «ni siquiera el homicida pierde su
dignidad personal y Dios mismo se hace su garante». El firme rechazo de la pena
de muerte muestra hasta qué punto es posible reconocer la inalienable dignidad
de todo ser humano y aceptar que tenga un lugar en este universo.
270. A los cristianos que dudan y se sienten tentados a
ceder ante cualquier forma de violencia, los invito a recordar aquel anuncio
del libro de Isaías: «Con sus espadas forjarán arados» (Is 2, 4) (…) «¡Vuelve
tu espada a su lugar!, pues todos los que empuñan espada, a espada morirán»
(Mt 26, 52). Era un eco de
aquella antigua advertencia: «Pediré
cuentas al ser humano por la vida de su hermano. Quien derrame sangre humana,
su sangre será derramada por otro ser humano» (Gen 9, 5-6). Esta reacción de Jesús, que le brotó del corazón,
supera la distancia de los siglos y llega hasta hoy como un constante reclamo.
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