viernes, 2 de octubre de 2020

AMOR A LA SAGRADA ESCRITURA

SCRIPTURAE SACRAE AFFECTUS 

CARTA APOSTÓLICA DE FRANCISCO

EN EL XVI CENTENARIO DE LA MUERTE DE SAN JERÓNIMO, 30-IX-2020.

 

san Jerónimo en Belén

Una estima por la Sagrada Escritura, un amor vivo y suave por la Palabra de Dios escrita es la herencia que san Jerónimo ha dejado a la Iglesia a través de su vida y sus obras.

El 30 de septiembre del año 420, Jerónimo concluía su vida terrena en Belén, en la comunidad que fundó junto a la gruta de la Natividad. 

Verdadero puente entre Oriente y Occidente: fue amigo de juventud de Rufino de Aquilea, visitó a Ambrosio y mantuvo una intensa correspondencia con Agustín. En Oriente conoció a Gregorio Nacianceno, Dídimo “el ciego”, Epifanio de Salamina. La tradición iconográfica cristiana lo consagró representándolo, junto con Agustín, Ambrosio y Gregorio Magno, entre los cuatro grandes doctores de la Iglesia de Occidente.

Hace un siglo, con ocasión del decimoquinto centenario de su muerte, Benedicto XV le dedicó la Carta encíclica Spiritus Paraclitus (15 septiembre 1920), presentándolo al mundo como «doctor maximus explanandis Scripturis». En tiempos más recientes, Benedicto XVI expuso su personalidad y sus obras en dos catequesis sucesivas (7 y 14 noviembre 2007) y con la Exhortación apostólica Verbum Domini (VD), publicada precisamente en la fiesta del santo, el 30 de septiembre de 2010. 

Entre el 358 y el 364 (…) se convirtió en un lector insaciable de los clásicos latinos, que estudiaba bajo la guía de los maestros de retórica más ilustres de su tiempo.

Hacia el año 374, pasando por Antioquía, decidió retirarse al desierto de Calcis (…) En el año 382 Jerónimo volvió a Roma y se puso a disposición del papa Dámaso quien, valorando sus grandes cualidades, lo nombró su estrecho colaborador. 

Hasta su muerte en el año 420, Jerónimo transcurrió en Belén el periodo más fecundo e intenso de su vida, completamente dedicado al estudio de la Escritura, comprometido en la monumental obra de traducción de todo el Antiguo Testamento a partir del original hebreo.

El estudio de Jerónimo se reveló como un esfuerzo realizado en la comunidad y al servicio de la comunidad, modelo de sinodalidad también para nosotros, para nuestro tiempo y para las diversas instituciones culturales de la Iglesia. 

Jerónimo (…) enfatizaba de las Escrituras (…) el carácter humilde con el que Dios se reveló, expresándose en la naturaleza áspera y casi primitiva de la lengua hebrea, comparada con el refinamiento del latín ciceroniano.

El amor apasionado de san Jerónimo por las divinas Escrituras está impregnado de obediencia (…) Sin embargo, la «obediencia de la fe» (Rm 1, 5; 16, 26) no es una mera recepción pasiva de lo que es conocido; al contrario, requiere el compromiso activo de la investigación personal. 

Si no se entiende lo escrito por los autores inspirados, la misma Palabra de Dios carece de eficacia (cf. Mt 13, 19) (…) Ahora bien, las páginas bíblicas no siempre son accesibles de inmediato. Como se dice en Isaías (29, 11), incluso para aquellos que saben “leer” (…) el libro sagrado aparece “sellado”, cerrado herméticamente a la interpretación. Por tanto, es necesario que intervenga un testigo competente para proporcionar la llave liberadora, la de Cristo Señor, único capaz de desatar los sellos y abrir el libro (cf. Ap 5, 1-10) (…)  «¿Crees entender lo que estás leyendo?», pregunta Felipe; y el eunuco responde: «¿Cómo voy a entender si nadie me lo explica?» (Hch 8, 30-31) 

(Como) expresó mi predecesor en la Exhortación apostólica Verbum Domini: «La sacramentalidad de la Palabra se puede entender en analogía con la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino consagrados (…) el Concilio de Trento estableció el carácter «auténtico» de la Vulgata en el decreto Insuper, rindiendo homenaje al uso secular que la Iglesia había hecho de ella y certificando su valor como instrumento de estudio, predicación y discusión pública.

El trabajo de traducción de Jerónimo nos enseña que los valores y las formas positivas de cada cultura representan un enriquecimiento para toda la Iglesia (…) la Biblia necesita ser traducida constantemente a las categorías lingüísticas y mentales de cada cultura y de cada generación, incluso en la secularizada cultura global de nuestro tiempo

Un ejemplo luminoso es la Virgen María, evocada por Jerónimo (…) en su actitud de lectora orante de la Escritura. María meditaba en su corazón (cf. Lc 2, 19.51) porque «era santa y había leído las Sagradas Escrituras, conocía a los profetas (…) Encomendémonos a ella, que mejor que nadie puede enseñarnos a leer, meditar, rezar y contemplar a Dios, que se hace presente en nuestra vida sin cansarse jamás.

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