(…) quiero escribirles esta
carta, no sólo a los párrocos sino también a todos ustedes hermanos presbíteros
que sin hacer ruido “lo dejan todo” para estar empeñados en el día a día
(…) expuestos a un sinfín de
situaciones, “dan la cara” cotidianamente y sin darse tanta importancia, a fin
de que el Pueblo de Dios esté cuidado y acompañado. Me dirijo a cada uno de ustedes que, tantas veces, de manera desapercibida y sacrificada, en el
cansancio o la fatiga, la enfermedad o la desolación, asumen la misión como
servicio a Dios y a su gente
(…) Como ustedes saben estamos
firmemente comprometidos con la puesta en marcha de las reformas necesarias
para impulsar, desde la raíz, una cultura basada en el cuidado pastoral de
manera tal que la cultura del abuso no encuentre espacio para desarrollarse y,
menos aún, perpetuarse.
(…) Estoy convencido de que, en
la medida en que seamos fieles a la voluntad de Dios, los tiempos de
purificación eclesial que vivimos nos harán más alegres y sencillos y serán, en
un futuro no lejano, muy fecundos.
(…) La vocación, más que una
elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor. Es bueno volver
una y otra vez sobre esos pasajes evangélicos donde vemos a Jesús rezar, elegir
y llamar «para que estén con Él y para enviarlos a predicar» (Mc 3, 14).
(…) El agradecimiento siempre es
un “arma poderosa”. Sólo si somos capaces de contemplar y agradecer (…) dejaremos
al Espíritu regalarnos ese aire fresco capaz de renovar (y no emparchar)
nuestra vida y misión
(…) Gracias por la alegría con la
que han sabido entregar sus vidas (…) Gracias por buscar fortalecer los
vínculos de fraternidad y amistad en el presbiterio y con vuestro obispo,
sosteniéndose mutuamente, cuidando al que está enfermo, buscando al que se
aísla, animando y aprendiendo la sabiduría del anciano, compartiendo los
bienes, sabiendo reír y llorar juntos, ¡cuán necesarios son estos espacios!
(…) No se aíslen de su gente y de
los presbiterios o comunidades. Menos aún se enclaustren en grupos cerrados y
elitistas. Esto, en el fondo, asfixia y envenena el alma (…) “estar en salida”
nos lleva a caminar «a veces delante, a veces en medio y a veces detrás (…) porque
el pueblo tiene “olfato”. Tiene olfato en encontrar nuevas sendas para el
camino, tiene el “sensus fidei” (cf. LG 12).
(…) contemplar a María. Ella,
mujer de corazón traspasado (cf. Lc 2, 35), nos enseña la alabanza capaz de
abrir la mirada al futuro y devolver la esperanza al presente. Toda su vida
quedó condensada en su canto de alabanza (cf.
Lc 1, 46-55) que también
somos invitados a entonar como promesa de plenitud.
Mirar a María es volver «a creer
en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad
y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no
necesitan maltratar a otros para sentirse importantes»
(…) miremos a María para que
limpie nuestra mirada de toda “pelusa” que puede estar impidiéndonos ser
atentos y despiertos para contemplar y celebrar a Cristo que vive en medio de
su Pueblo.
(…) La historia humana no termina
ante una piedra sepulcral, porque hoy descubre la “piedra viva” (cf. 1P
2, 4): Jesús resucitado. Nosotros, como Iglesia, estamos fundados en Él…
Fraternalmente, Francisco
Roma, junto a San Juan de Letrán, 4 de agosto de 2019.
Memoria litúrgica del santo Cura de Ars.
Memoria litúrgica del santo Cura de Ars.
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