SOBRE EL AMOR
EN LA FAMILIA (y 4)
Resumen
literal de los cap 8 y 9 de la
EXHORTACIÓN
APOSTÓLICA POSTSINODAL AMORIS LAETITIA,
Francisco, 19 marzo 2016
Capítulo octavo
ACOMPAÑAR, DISCERNIR E INTEGRAR LA FRAGILIDAD
ACOMPAÑAR, DISCERNIR E INTEGRAR LA FRAGILIDAD
291. Los Padres sinodales han expresado que, aunque la Iglesia
entiende que toda ruptura del vínculo matrimonial «va contra la voluntad de
Dios, también es consciente de la fragilidad de muchos de sus hijos». Iluminada
por la mirada de Jesucristo, «mira con amor a quienes participan en su vida de
modo incompleto, reconociendo que la gracia de Dios también obra en sus vidas
(…) No olvidemos que, a menudo, la tarea de la Iglesia se asemeja a la de un
hospital de campaña.
295. En esta línea, san Juan Pablo II proponía la llamada «ley
de gradualidad» con la conciencia de que el ser humano «conoce, ama y realiza
el bien moral según diversas etapas de crecimiento». No es una «gradualidad de
la ley», sino una gradualidad en el ejercicio prudencial de los actos libres en
sujetos que no están en condiciones sea de comprender, de valorar o de
practicar plenamente las exigencias objetivas de la ley.
296. El Sínodo se ha referido a distintas situaciones de
fragilidad o imperfección (…) El camino de la Iglesia, desde el concilio de
Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y
de la integración (...) «hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la
complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que
las personas viven y sufren a causa de su condición».
297. (…) Acerca del modo de tratar las diversas
situaciones llamadas «irregulares», los Padres sinodales alcanzaron un consenso
general, que sostengo: « (…) compete a la Iglesia revelarles la divina
pedagogía de la gracia en sus vidas y ayudarles a alcanzar la plenitud del
designio que Dios tiene para ellos». Siempre posible con la fuerza del Espíritu
Santo.
299. Acojo las consideraciones de muchos Padres sinodales,
quienes quisieron expresar que «los bautizados que se han divorciado y se han vuelto
a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad cristiana en las
diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo.
304. Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una
persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para
discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un
ser humano. Ruego encarecidamente que recordemos siempre algo que enseña santo
Tomás de Aquino, y que aprendamos a incorporarlo en el discernimiento pastoral:
«Aunque en los principios generales haya necesidad, cuanto más se afrontan las
cosas particulares, tanta más indeterminación hay»
307. Para evitar cualquier interpretación desviada, recuerdo que
de ninguna manera la Iglesia
debe renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio, el proyecto de Dios en
toda su grandeza (…) Comprender las situaciones excepcionales nunca implica
ocultar la luz del ideal más pleno ni proponer menos que lo que Jesús ofrece al
ser humano.
311. (…) A veces nos cuesta mucho dar lugar en la pastoral al amor
incondicional de Dios. Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la
vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera
de licuar el Evangelio.
312. (…) Invito a los fieles que están viviendo
situaciones complejas, a que se acerquen con confianza a conversar con sus
pastores o con laicos que viven entregados al Señor (…) seguramente recibirán
una luz que les permita comprender mejor lo que les sucede y podrán descubrir
un camino de maduración personal.
Capítulo noveno
ESPIRITUALIDAD MATRIMONIAL Y FAMILIAR
ESPIRITUALIDAD MATRIMONIAL Y FAMILIAR
316. Una comunión familiar bien vivida es un verdadero camino de
santificación en la vida ordinaria y de crecimiento místico, un medio para la
unión íntima con Dios. Porque las exigencias fraternas y comunitarias de la
vida en familia son una ocasión para abrir más y más el corazón, y eso hace
posible un encuentro con el Señor cada vez más pleno.
317. (…) Las familias alcanzan poco a poco, «con la gracia del
Espíritu Santo, su santidad a través de la vida matrimonial, participando
también en el misterio de la cruz de Cristo, que transforma las dificultades y
sufrimientos en una ofrenda de amor». Por otra parte, los momentos de gozo, el
descanso o la fiesta, y aun la sexualidad, se experimentan como una
participación en la vida plena de su Resurrección.
325. (…) como recordamos varias veces en esta
Exhortación, ninguna familia es una realidad celestial y confeccionada de una
vez para siempre, sino que requiere una progresiva maduración de su capacidad
de amar (…) contemplar la plenitud que todavía no alcanzamos, nos permite
relativizar el recorrido histórico que estamos haciendo (…) También nos impide
juzgar con dureza a quienes viven en condiciones de mucha fragilidad.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica. Amén.
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