Las relaciones entre la fe y la ciencia
Resumen literal de la Enc. La fe y la razón de Juan Pablo II (14-IX-1998).
La fe y la razón son como dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad... Tanto en Oriente como en Occidente es posible distinguir un camino que, a lo largo de los siglos, ha llevado a la humanidad a encontrarse progresivamente con la verdad y a confrontarse con ella.
La exhortación “Conócete a ti mismo” estaba esculpida sobre el dintel del templo de Delfos para testimoniar una verdad fundamental: la regla mínima de todo hombre deseoso de distinguirse en medio de toda la creación calificándose como “hombre”. Una simple mirada a la historia antigua muestra con claridad cómo en distintas partes de la tierra brotan las preguntas de fondo ¿quién soy?, ¿de dónde vengo y adónde voy?, ¿qué hay después de esta vida? Estas mismas preguntas las encontramos en los escritos sagrados de Israel pero aparecen también en los Veda y en los Avesta; los encontramos en los escritos de Confucio y Lao-Tze y en la predicación de los Tirthankara y de Buda; así mismo se encuentran en los poemas de Homero y en las tragedias de Eurípides y Sófocles, así como en los tratados filosóficos de Platón y Aristóteles.
La Iglesia ha recibido como don la verdad última sobre la vida del hombre. Entre los diversos servicios que ha de prestar a la humanidad hay uno del cual es responsable de modo muy particular: el servicio (diaconía) de la verdad.
El hombre tiene muchos medios para progresar en el conocimiento de la verdad. Entre éstos destaca la Filosofía que contribuye directamente a formular la pregunta sobre el sentido de la vida y a trazar la respuesta. Las respuestas que se han ido dando se enmarcan en un horizonte que pone en evidencia la complementariedad de las diferentes culturas.
Los conocimientos fundamentales derivan del “asombro” suscitado por la contemplación de la creación. Sin el “asombro” el hombre caería en la repetitividad y, poco a poco, sería incapaz de vivir una existencia verdaderamente personal. En diferentes contextos culturales y en diversas épocas se han alcanzado resultados que históricamente han provocado la tentación de identificar una sola corriente con todo el pensamiento filosófico (...) Hay una especie de patrimonio espiritual de la humanidad; es una filosofía implícita, conocimientos precisamente compartidos en cierto modo por todos... La filosofía es una ayuda indispensable para profundizar la inteligencia de la fe y comunicar la verdad del Evangelio.
La Filosofía moderna tiene el gran mérito de haber concentrado su atención en el hombre pero parece haber olvidado una verdad que lo trasciende... haciéndose día tras día incapaz de levantar la mirada hacia lo alto. Ello ha derivado en varias formas de agnosticismo y de relativismo donde la legítima pluralidad de posiciones ha dado paso a un pluralismo indiferenciado, basado en el convencimiento de que todas las posiciones son igualmente válidas... Con falsa modestia se conforman con verdades parciales y provisionales que elevan lo efímero al rango de valor, creando ilusiones.
En la base de toda la reflexión que la Iglesia lleva a cabo, está la conciencia de ser depositaria de un mensaje que tiene su origen en Dios mismo; no proviene de su propia especulación. “Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad” (Ef 1,9). Dios, como fuente de amor, desea darse a conocer. En el Concilio Vaticano II, los Padres, dirigiendo su mirada a Jesús revelador, han ilustrado el carácter salvífico de la Revelación de Dios en la historia. La verdad que Dios ha comunicado al hombre sobre sí mismo y sobre su vida..., ha sido pronunciada de una vez para siempre en el misterio de Jesús de Nazaret. Lo dice el Concilio con palabras elocuentes: “«Dios habló a nuestros padres en distintas ocasiones y de muchas maneras por los profetas. Ahora en esta etapa final nos ha hablado por el Hijo» (Heb 1,1) pues envió a su Hijo, la Palabra eterna, para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios. Él, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación” (DV,8).
De todos modos no hay que olvidar que la Revelación está llena de misterio y aunque Jesús revela el rostro del Padre, nosotros tenemos sin embargo un aspecto fragmentario por el límite de nuestro entendimiento... La fe es asentimiento a ese testimonio divino que reconoce plena e integralmente la verdad de todo lo revelado porque Dios mismo es su garante. Esta verdad ofrecida al hombre impulsa a la razón a abrirse y a acoger su sentido profundo. El conocimiento de la fe no anula el misterio; sólo lo hace más evidente y lo manifiesta.
La Sagrada Escritura, sobre todo los Libros Sapienciales, son textos donde Egipto y Mesopotamia hacen oír de nuevo su voz y algunos rasgos comunes de las culturas del antiguo Oriente reviven en estas páginas. Sin embargo el texto bíblico tiene una aportación original. Es la convicción de que hay una profunda e inseparable unidad entre el conocimiento de la razón y el de la fe. La fe no interviene para menospreciar la autonomía de la razón o para limitar su espacio de acción. La fe agudiza la mirada interior abriendo la mente. No hay pues motivo de competitividad alguna entre la razón y la fe.
El Libro de la Sabiduría tiene algunos textos importantes; en ellos Dios se da a conocer por medio de la Naturaleza. Recuperando el pensamiento de la filosofía griega, el autor afirma que, razonando sobre la Naturaleza, se puede llegar hasta el Creador: “de la grandeza y hermosura de las criaturas, se llega, por analogía, a contemplar a su Autor” (Sap 13,5). Si el hombre con su inteligencia no llega a reconocer a Dios como Creador de todo, no se debe tanto a la falta de un medio adecuado cuanto, sobre todo, al impedimento puesto por su voluntad libre y su pecado.
Para el autor sagrado, es esfuerzo la búsqueda y el Libro de los Proverbios denota el cansancio debido a los intentos de comprender los misteriosos designios de Dios. Sin embargo, a pesar de la dificultad, el creyente no se rinde. La fuerza para continuar su camino hacia la verdad le viene de la certeza de que Dios lo ha creado como un “explorador” (cf Ecl 1,13). El Libro del Génesis describe de modo plástico la condición del hombre en el jardín del Edén: no era capaz de discernir y decidir por sí mismo lo que era bueno y lo que era malo, sino que debía apelar a un principio superior. La ceguera del orgullo hizo creer a nuestros primeros padres que podían prescindir del conocimiento que deriva de Dios. El apóstol Pablo sigue mostrando cómo los pensamientos de los hombres, a causa del pecado, fueron vanos y los razonamientos distorsionados y orientados hacia lo falso (cf Rom 1,21).
En el Nuevo Testamento hay un dato que sobresale con mucha claridad: la contraposición entre “la sabiduría de este mundo” y la de Dios revelado. El Hijo de Dios crucificado es el acontecimiento histórico contra el cual se estrella todo intento de la mente de construir sobre argumentaciones solamente humanas. Todo intento de reducir el plan salvífico del Padre a pura lógica humana está destinado al fracaso. El hombre no logra comprender cómo la muerte puede ser fuente de vida y de amor, pero Dios ha elegido lo que la razón considera “locura” y “escándalo”. La razón no puede vaciar el misterio de amor que la Cruz representa, mientras que ésta puede dar a la razón la respuesta última que busca. Cristo crucificado y resucitado es la frontera entre la razón y la fe.
La Iglesia no propone una Filosofía propia ni canoniza una filosofía particular. La autonomía de que goza la Filosofía radica en el hecho de que la razón está por naturaleza orientada a la verdad. No es tarea ni competencia del Magisterio intervenir para colmar las lagunas de un razonamiento filosófico incompleto. Corresponde al Magisterio indicar los presupuestos y conclusiones incompatibles con la verdad revelada... El hecho de que la misión evangelizadora haya encontrado en su camino primero a la Filosofía griega, no significa en modo alguno que excluya otras. Mi pensamiento se dirige espontáneamente a las tierras del Oriente, ricas de tradiciones religiosas y filosóficas muy antiguas. Entre ellas, la India ocupa un lugar particular. Corresponde a los cristianos de hoy, sobre todo a los de la India, sacar de este rico patrimonio los elementos compatibles con su fe, de modo que enriquezcan el pensamiento cristiano.
La expresión Filosofía cristiana no debe ser mal interpretada: no se pretende aludir a una Filosofía oficial de la Iglesia puesto que la fe como tal no es una Filosofía.
Como inteligencia de la Revelación, la Teología tiene hoy también un doble cometido. Por una parte, desarrollar la labor que el Concilio Vaticano II le encomendó para un servicio más eficaz a la evangelización. ¿Cómo no recordar las palabras de Juan XXIII en la apertura del Concilio? Decía entonces: “Es necesario, además, como lo desean ardientemente todos los que promueven sinceramente el espíritu cristiano, católico y apostólico, conocer con mayor amplitud y profundidad esta doctrina que debe impregnar las conciencias. Esta doctrina es, sin duda, verdadera e inmutable, y el fiel debe prestarle obediencia, pero hay que investigarla y exponerla según las exigencias de nuestro tiempo”. Por otra parte, la Teología debe mirar a “la Verdad, el Dios vivo y su designio de salvación revelado en Jesucristo”.
Creer en la posibilidad de conocer una verdad universal válida no es, en modo alguno, fuente de intolerancia; al contrario, es una condición necesaria para un diálogo sincero y auténtico entre las personas. El verdadero centro de su reflexión es el misterio mismo de Dios Trino. A Él se llega reflexionando sobre el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. La verdad de los Evangelios no se reduce ciertamente a la narración de meros acontecimientos históricos o a la revelación de hechos neutrales. La Palabra de Dios no se dirige a un solo pueblo y a una sola época.
La Iglesia está profundamente convencida de que fe y razón se ayudan mutuamente. La Filosofía es como un espejo en el que se refleja la cultura de los pueblos. El pensamiento filosófico es a menudo el único ámbito de entendimiento y de diálogo con quienes no comparten nuestra fe.
Mi pensamiento se dirige a Aquella que la oración de la Iglesia invoca como Trono de Sabiduría. Su misma vida es verdadera parábola capaz de iluminar las reflexiones que he expuesto. En efecto, se puede entrever una gran correlación entre la vocación de la Santísima Virgen y la de la auténtica Filosofía. Igual que la Virgen fue llamada a ofrecer toda su humanidad y feminidad, así la Filosofía está llamada a prestar toda su aportación racional y crítica. Igual que María, en el consentimiento dado al anuncio de Gabriel, nada perdió de su verdadera humanidad y libertad, así el pensamiento filosófico, cuando acoge el requerimiento que procede de la verdad del Evangelio, nada pierde de su autonomía. Que el Trono de la Sabiduría sea puerto seguro para quienes hacen de su vida la búsqueda de la Sabiduría. Que el camino hacia ella se vea libre de cualquier obstáculo por la intercesión de Aquella que, engendrando la Verdad y conservándola en su corazón, la ha compartido con toda la humanidad para siempre.
FILOSOFÍA CRISTIANA. El cristianismo se inició como un movimiento laico. La Epístola apócrifa de los Hechos de Felipe, expone al cristianismo como continuación de la educación en los valores de la paideia griega (cultivo de sí). Que tenía como propósito educar a la juventud en la “virtud” (desarrollo de la espiritualidad mediante la práctica continua de ejercicios espirituales, a efecto de prevenir y curar las enfermedades del alma, y alcanzar la trascendencia humana) y la “sabiduría” (cuidado de la verdad, mediante el estudio de la filosofía, la física y la política, a efecto de alcanzar la sociedad perfecta). El educador utilizando el discurso filosófico, más que informar trataba de inducir transformaciones buenas y convenientes para si mismo y la sociedad, motivando a los jóvenes a practicar las virtudes opuestas a los defectos encontrados en el fondo del alma, a efecto de adquirir el perfil de humanidad perfecta (cero defectos) __La vida, ejemplo y enseñanzas de Cristo, ilustra lo que es la trascendencia humana y como alcanzarla. Y por su autentico valor propedéutico, el apóstol Felipe introdujo en los ejercicios espirituales la paideia de Cristo (posteriormente enriquecida por San Basilio, San Gregorio, San Agustín y San Clemente de Alejandría, con el pensamiento de los filósofos greco romanos: Aristóteles, Cicerón, Diógenes, Isócrates, Platón, Séneca, Sócrates, Marco Aurelio,,,), a fin de alcanzar los fines últimos de la paideia griega siguiendo a Cristo. Meta que no se ha logrado debido a que la letrina moral del Antiguo Testamento, al apartar la fe de la razón, castra mentalmente a sus seguidores extraviándolos hacia la ecumene abrahámica que conduce al precipicio de la perdición eterna (muerte espiritual)__ Es tiempo de rectificar retomando la paideia griega de Cristo (cristianismo laico), separando de nuestra fe el Antiguo Testamento y su religión basura que han impedido a los pueblos cristianos alcanzar la supra humanidad. Pierre Hadot: Ejercicios Espirituales y Filosofía Antigua. Editorial Siruela. http://www.scribd.com/doc/33094675/BREVE-JUICIO-SUMARIO-AL-JUDEO-CRISTIANISMO-
ResponderEliminarBREVE CRÍTICA AL PROFETISMO JUDÍO DEL ANTIGUO TESTAMENTO: La relación entre la fe y la razón expuesta parabolicamente por Cristo al ciego de nacimiento (Juan IX, 39), nos enseña la necesidad del raciocinio para hacer juicio justo de nuestras creencias, a fin de disolver las falsas certezas de la fe que nos hacen ciegos a la verdad mediante el discernimiento de los textos bíblicos. Lo cual nos exige criticar el profetismo judío o revelación para indagar la verdad que hay en los textos bíblicos. Enmarcado la crítica en el fenómeno espiritual de la trasformación humana y, las ciencias y técnicas que nos ayudan a desarrollarnos espiritualmente, abordado por la doctrina y la teoría de la trascendencia humana, conceptualizadas por los filósofos griegos y los místicos hindúes. Sabiduría védica instruida por Buda e ilustrada por Cristo; la cual concuerda con los planteamientos de la filosofía clásica y moderna, y las respuestas que la ciencia ha dado a los planteamientos trascendentales: (psicología, psicoterapia, logoterápia, desarrollo humano, etc.). Utilizando los principios universales del saber filosófico y espiritual como tabla rasa, a fin de deslindar y hacer objetivo lo “que es” o “no es” del mundo del espíritu. Método o criterio que nos ayuda a discernir objetivamente __la verdad o el error en los textos bíblicos analizando los diferentes aspectos y características que integran la triada preteológica: (la fenomenología, la explicación y la aplicación, del encuentro cercano escritos en los textos bíblicos). Vg: la conducta de los profetas mayores (Abraham y Moisés), no es la conducta de los místicos; la directriz del pensamiento de Abraham, es el deseo intenso de llegar a tener una descendencia numerosísima y llegar a ser un país rico como el de Ur, deseo intenso y obsesivo que es opuesto al despego de las cosas materiales que orienta a los místicos; es por ello, que la respuestas del dios de Abraham son alucinaciones contestatarias de los deseos del patriarca, y no tienen nada que ver con el mundo del espíritu. La directriz del pensamiento de Moisés, es la existencia de Israel entre la naciones a fin de llegar a ser la principal de todas, que es opuesta a la directriz de vida eterna o existencia después de la vida que orienta el pensamiento místico (Vg: la moradas celestiales, la salvación o perdición eterna a causa del bien o mal de nuestras obras en el juicio final de nuestra vida terrenal, abordadas por Cristo); el encuentro cercano descrito por Moisés en la zarza ardiente describe el fuego fatuo, el pie del rayo que pasa por el altar erigido por Moisés en el Monte Horeb, describe un fenómeno meteorológico, el pacto del Sinaí o mito fundacional de Israel como nación entre las naciones por voluntad divina a fin de santificar sus ancestros, su pueblo, su territorio, Jerusalén, el templo y la Torah; descripciones que no corresponden al encuentro cercano expresado por Cristo al experimentar la común unión: “El Padre y Yo, somos una misma cosa”, la cual coincide con la descrita por los místicos iluminados. Las leyes de la guerra dictadas por Moisés en el Deuteronomio causales del despojo, exterminio y sometimiento de las doce tribus cananeas, y del actual genocidio del pueblo palestino, hacen evidente la ideología racista, criminal y genocida serial que sigue el pueblo judío desde tiempos bíblicos hasta hoy en día, conducta opuesta a la doctrina de la no violencia enseñada por Cristo __ Discernimiento que nos aporta las suficientes pruebas objetivas de juicio que nos dan la certeza que el profetismo judío o revelación bíblica, es un semillero del mal OPUESTO A LAS ENSEÑANZAS DE CRISTO, ya que en lugar de sanar y prevenir las enfermedades del alma para desarrollarnos espiritualmente, enerva a sus seguidores provocándoles: alucinaciones, cretinismo, delirios, histeria y paranoia; propiciando la bibliolatría, el fanatismo, la intolerancia, el puritanismo hipócrita, el sectarismo, e impidiendo su desarrollo espiritual.
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